Jueves, 30 de marzo de 2006 | Hoy
TEATRO
Dice la traductora Carla Imbrogno: “La acción de Bambiland parece ocurrir en cualquier sofá de cualquier living del mundo, siempre de cara a un televisor encendido. Es que Bambilandia da cuenta de un entertainment bélico, la guerra transmitida en vivo y en directo, que pone de manifiesto el instinto infantilista de las sociedades y la perversión de los medios. No es casualidad que la primera imagen de esta pieza sea la de Bambi, el pequeño ciervo, emblema de la niñez y justificador de la inocencia; la niñez que excita la televisión, que es el kitsch, que es el morbo mediático reflejado en la cultura trivial. En definitiva, esta pieza teatral puede ser leída como un alegato a la vez picante y avinagrado contra la guerra en Irak o, más bien, contra la forma en que los medios cumplen su función de malos padres: llevan a sus hijos/televidentes al parque de diversiones, al lugar de los hechos que ellos mismos reconstruyen y en donde se hallan literalmente incrustados. Con la cámara. En la guerra. En la arena. Desde allí los medios mandan sus imágenes, desde aquí los televidentes las maman encandilados y pierden toda noción de lo que es y de lo que parece ser. Así, con grito estentóreo, Elfriede Jelinek viene a despabilar al televidente embobado”.
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