No caben dudas de que la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es grande. Grande en metros –45 mil, para ser precisos, este año–, grande en cantidad de visitantes y grande también en la enorme selección de libros, espectáculos, cursos y actividades que ofrece. Es inevitable que toda esta diversidad genere contradicciones: lo masivo contra lo exclusivo, lo espectacular contra lo académico, lo popular contra lo elitista, lo profesional contra lo lúdico. Casi todos los visitantes de la Feria suelen tomar partido por alguna de estas posturas y se enojan porque la ven limitada o incluso puesta en peligro por las demás. El gran desafío de la Fundación El Libro, que organiza la Feria desde hace 37 años, es dar lugar a todos estos intereses sin anular ninguno; al contrario, debe buscar la forma de que se refuercen entre sí.

¿Cómo hacerlo? Tomo prestada la metáfora de Gabriel Zaid en su maravilloso texto “Los demasiados libros”: igual que la industria editorial, que produce un sinnúmero de libros nuevos que deben encontrar su lector ideal, la Feria del Libro de Buenos Aires es el sitio que recoge millares de conversaciones diferentes. Algunas son a los gritos, otras en voz baja; algunas son en broma, otras muy en serio; algunas pasan rápido y otras dejan ideas en germinación que pueden tener consecuencias impensadas. No podemos pedir que todos los visitantes participen de todas las conversaciones, pero sí que cada uno encuentre la que está buscando. El único hilo conductor que, sin lugar a dudas, debe estar presente en cada uno de estos encuentros es el libro. Si la Feria logra que todos los que entran por sus puertas salgan con un libro bajo el brazo y, unas semanas más tarde, continúen esta “conversación” en la librería de su barrio, habremos logrado nuestro cometido.

* Directora de la Feria del Libro.