Jueves, 26 de mayo de 2011 | Hoy
CINE › OPINIóN
Por Ciro Bustos *
Martín Masetti, un nieto, ha recobrado imágenes del pasado en su documental. Ha removido sentimientos diversos, contrapuestos, que corresponden a una generación perdida. El EGP fue gestado por quien hoy es más que nada un mito desdibujado o sacralizado, el Che Guevara, comandante de un sueño por la Argentina, en el apogeo de la experiencia armada que significó Cuba. A criterio del Che, la revolución debía ser total, cubrir la América explotada de punta a punta, para producir un verdadero cambio político y social a favor de las clases populares. Pero lograr tal objetivo resultaba sólo posible desde posiciones de fuerza concretas y relativo desarrollo económico, como el que la Argentina ofrecía en ese entonces, a diferencia de otros pueblos. La revolución no la hacen los pobres, quienes históricamente sólo ponen los muertos y abren las conciencias audaces. Una revolución se hace –en el sentido del cambio total– allí donde se lucha, donde se está dispuesto a dar la vida por quitarles a ilegítimos poderes dominantes los hilos económicos que les han permitido rodearse de poder y pensar sólo en ellos. A eso se dispuso el abuelo, Masetti. Las opiniones, después de cincuenta años, no sólo discrepan; a veces son injustas con algunos de sus protagonistas, aunque –paradójicamente– terminan coincidiendo al caracterizar los hechos pasados y denostar a sus actores.
* Ex integrante del EGP.
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