Jueves, 7 de julio de 2011 | Hoy
CINE › EL DIRECTOR XAVIER BEAUVOIS HABLA DE LAS RAZONES QUE LO LLEVARON A REALIZAR UN “FILM DE CLAUSURA”
El francés asegura que De dioses y hombres, elegida Mejor Película Europea de 2010, no es una película sobre religión, sino “sobre hombres que resultan ser religiosos, frente a una circunstancia que los obliga a decisiones difíciles”.
Por Sylvie Nadal
Tres millones de espectadores es una cifra impactante en cualquier mercado cinematográfico, incluido el francés. La única clase de películas que en la patria de Louis de Funes logran convocar semejante cantidad de público son las comedias, las películas cómicas o aquellas que tratan un tema de gran repercusión política, cultural o social. Cuando en lugar de eso la película que lleva a más de tres millones de espectadores es un drama intimista, se está en presencia de un fenómeno singular. Si el drama en cuestión es lo que podría llamarse “film de clausura”, protagonizado por ocho monjes en un monasterio argelino ubicado en medio de las montañas, entonces el fenómeno ya es excepcional. Es el caso de De dioses y hombres, que desde su presentación en Cannes 2010 sumó una ola de premios (entre ellos, el de Mejor Film Europeo del Año), aprobación crítica y repercusión de público, y que hoy se estrena en la Argentina, tras una larga serie de postergaciones por falta de salas.
Fue el productor Etienne Comar quien acercó el proyecto al realizador Xavier Beauvois, diciéndole que le había llegado un guión que le parecía interesante y que quería que le diera una leída. Beauvois lo leyó, le interesó y el guión resultó ser del propio Comar, que por falta de antecedentes en ese rubro había preferido mentir sobre su origen. De dioses y hombres se basa en un caso real sucedido en Argelia en 1996, en medio de la guerra civil que por entonces tenía lugar en ese país (ver recuadro), y que involucró a los miembros de una orden cisterciense, rama del catolicismo cuyos orígenes se remontan al siglo XI. El elenco está encabezado por Lambert Wilson, que reparte su carrera entre películas de Claude Chabrol (La sangre de los otros), André Téchiné (Apasionados) y sobre todo Alain Resnais (Conozco la canción, Pas sur la bouche, Corazones), así como en superproducciones del tamaño de Matrix 2 y 3 o Gatúbela. Junto a él, el legendario Michael Lonsdale, cuya carrera parecería, a los 80 años, el espejo en el que se refleja la de Wilson, con trabajos para François Truffaut (La novia vestía de negro, Besos robados), Louis Malle (Soplo al corazón) Jacques Rivette, el propio Resnais (Stavisky), Marguerite Duras (India Song) y hasta, faltaba más, Orson Welles (El proceso) o Luis Buñuel (El fantasma de la libertad), junto a apariciones en El día del Chacal, Carrozas de fuego, Munich e incluso Moonraker.
También reparte su carrera Xavier Beauvois, en su caso entre la actuación y la realización. Como actor se lo vio en Ponette o, más recientemente, en Villa Amalia. De dioses y hombres es su quinto largometraje como realizador y guionista. Aunque no se estrenaron en la Argentina, todas sus películas pudieron verse en el Bafici o en ciclos de la sala Lugones, desde su ópera prima Nord (1991) hasta Le petit lieutenant (2005), incluyendo N’oublie pas que tu vas mourir (1995) y Selon Matthieu (2000). En la entrevista que sigue, Beauvois habla sobre el fenómeno del misionerismo, cuenta cómo pasa de no creer en nada a creer en todo, confiesa su deuda con el documentalismo, admite que antes de empezar a filmar no sabe nada sobre los temas de los que hablan sus películas y explica por qué un plano no es una imagen.
–De dioses y hombres transcurre a fines del siglo XX, época en la que, uno hubiera supuesto, ya no quedarían en Argelia misioneros franceses.
–No sólo en Argelia: también en Marruecos, que es donde rodamos la película, hay comunidades parecidas. En el Sinaí hay una comunidad religiosa que tiene por centro una mezquita. En otras partes hay comunidades de voluntarios no religiosos. Piense en ONG como los Médicos Sin Fronteras u otras semejantes: por radicarse en zonas donde hay conflictos armados, muchos de ellos terminan trágicamente, tal como los protagonistas de la película.
–¿Qué cree que sucedió con ellos?
–Lo que cuento en la película es lo que se sabe. Lo demás son especulaciones. Sobre todo, las referidas a los autores de la masacre.
–¿Qué fue lo que le interesó de estos personajes?
–En Occidente, donde impera el egoísmo, es raro encontrar gente que dedique su vida a los demás. Gente que está en estado de “ser”, en lugar de “hacer”, como ocurre en las sociedades occidentales. Eso fue lo que más me interesó.
–Dice un lugar común que más vale no meterse con la religión, ya que es un tema delicado. Por lo visto usted no cree en eso.
–No pensé demasiado en eso. Me interesó el tema, quise filmar una película sobre esta gente y punto. De todos modos debo decirle que más que una película sobre religión la veo como una película sobre hombres, que resultan ser religiosos, frente a una circunstancia que los obliga a decisiones difíciles.
–¿Se asume como una persona religiosa?
–La mitad de mi cerebro no cree en nada y la otra mitad cree en todo. Trato de vivir con esa disociación...
–¿Hizo un trabajo de investigación sobre la vida cotidiana en esta clase de comunidades?
–Hay bastante material publicado sobre el tema, incluyendo diarios personales de los propios monjes. De hecho, en un momento de la película se lo ve al protagonista escribiendo un diario. Además de esas referencias textuales, con el guionista y productor de la película, Etienne Comar, visitamos una cantidad de monasterios semejantes al que muestra la película. Consultamos a un teólogo y hubo un consejero monástico presente durante el rodaje.
–¿Había textos que contaran el martirio de estos monjes?
–Sí, muchos de ellos publicados en 2006, en ocasión de cumplirse diez años de esa masacre.
–Parece haber puesto mucho empeño en el aspecto documental de la película.
–-Para mí, ser fiel a los hechos es siempre importante cuando se filma una ficción. Además soy de ver muchos documentales: puedo ver hasta tres o cuatro por día.
–¿Pasó un tiempo en un convento, no?
–Una semana en un convento trapense, en medio de los Alpes.
–Usted ha dicho, en otras ocasiones, que no sabe nada sobre los temas que aborda en sus películas.
–Así es. Aprendo durante la preparación de la película.
–Tanto en interiores como en exteriores la puesta tiende a ser funcional.
–Creo que los planos cinematográficos cumplen una función narrativa antes que plástica. Diferencio los planos de lo que con un criterio más decorativo que narrativo suelen llamarse “imágenes”, que para mí son propias de los clips y la publicidad. Hay una única “imagen” en la película: la escena en que uno de los monjes reza, y detrás de él se ven los rayos del sol atravesando el polvillo de la celda, haciendo demasiado evidente el uso de la luz. La dejamos para que pueda notarse la diferencia.
–Es curioso lo que sucede con la música: son abundantes las escenas en las que los monjes cantan canciones litúrgicas, pero más allá de eso la película no tiene banda de sonido. Tampoco la tenían algunas de sus películas previas, como Le petit lieutenant.
–Las canciones litúrgicas tenían que estar, porque son parte esencial de la vida en un monasterio. Además me servían para expresar lo que les pasaba internamente a cada momento. En cuanto a la utilización de la música en función dramática, me parece un tema delicado. No me gusta nada el carácter “indicativo” que la música suele tener en las películas, subrayando cuándo hay que emocionarse, cuándo reírse y así. Entre eso y que no haya música, prefiero esto último.
Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.
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