TEATRO
Lou: –Desde muy joven comprendí que, para una mujer, el sexo es una forma de sometimiento, en especial si una se enamora de sus maestros. Por eso, los amantes que tuve fueron siempre más jóvenes que yo. Nunca me preocupé de serle fiel a nadie, excepto a mí misma.
Sarah: –¿Ni siquiera a su marido?
Lou: –En especial, no a él.
Sarah: –¿Y él no se lo reprochaba?
Lou: –La fidelidad nunca fue un condicionante en nuestro matrimonio. Andreas y yo no teníamos relaciones.
Sarah: –¿No tenían? ¿Por qué?
Lou: –Esa fue la condición.
Sarah: (Atónita.) –¿Y él aceptó esa condición?
Lou: No le gustaba, pero la aceptó. Tanto es así que vivimos juntos cuarenta y tres años. Fuimos amigos y compinches, viajamos mucho, conversamos hasta el cansancio, compartimos experiencias maravillosas... ¿Cuántos matrimonios podrían decir lo mismo?
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