CINE › “LA MUERTE DEL SEÑOR LAZARESCU”, DE CRISTI PUIU
› Por H. B.
En medio de un festival en el que, entre largos, cortos y mediometrajes, se exhiben más de 400 títulos, si algo parece imposible de contestar es aquello de “recomendame una película”. “¿Una película?”, piensa el interlocutor, revolviendo mentalmente y con desesperación entre los varios centenares. “¿Cómo hago para recomendar una sola?” Sin embargo, en esta edición del Bafici no es tan difícil resolver el problema, porque por muchas joyas que haya, una de ellas es claramente la película para ver. Se trata de La muerte del señor Lazarescu, opus dos del rumano Cristi Puiu, que ganó el premio mayor de la paralela más importante de Cannes, Un Certain Regarde, en la última edición del festival más grande del mundo. La muerte del señor Lazarescu debuta hoy en el Bafici, así que más vale ir reservando la localidad. Hay cuatro oportunidades de verla: dos hoy y dos mañana (ver detalle al pie). Y después será seguramente “hola y adiós”, porque por el momento Lazarescu no tiene distribución en la Argentina.
Todo empieza en tono casi de commedia all’italiana, con un señor mayor en batón tratando de convencer a una burocrática telefonista de que le mande una ambulancia, porque tiene un fuerte dolor de estómago. Esto sucede al comienzo de la noche. A la mañana siguiente, el señor Lazarescu estará... bueno, el título lo indica con bastante claridad. ¿Reírse de la muerte? No, no consiste en eso La muerte del señor Lazarescu, porque la odisea que este pobre hombre atraviesa a lo largo de una noche se vive como si uno lo conociera (y lo quisiera) de toda la vida. Tragedia narrada en buena medida como comedia, como farsa incluso, no es difícil ver en Lazarescu una fábula kafkiana. Pero narrada en plan realista. Si algo destaca la película es el vínculo emocional que genera entre espectador y agonista. A medida que el relato avanza, va quedando cada vez más claro que el pobre hombre se metió en un laberinto médico sin salida, que no puede terminar bien. Si algo quisiera el espectador es ayudarlo, lo cual no es precisamente posible. Y encima ese título...
De Cristi Puiu se había visto hace unos años –en competencia del Bafici, sin ir más lejos– su ópera prima, Marfa si bani, una road movie pequeña y efectiva, en la que una suerte de slacker rumano debía transportar un paquete de droga en camioneta. Pero Lazarescu es otra cosa, es algo mucho mayor. No sólo por la implicación emocional que genera, sino por el modo en que ésta se construye. Con la misma minucia con la que uno puede observar todo lo que pasa en una guardia, mientras espera atención en la camilla. Para ello, Puiu cuenta con varias armas maestras: una narración de máximo detallismo (dicen que el tipo es un hipocondríaco grave y que sabe todo sobre enfermedades, médicos y atención hospitalaria), una verosimilitud absoluta, un crescendo implacable, actuaciones memorables (desde el protagonista hasta el último figurante, todos amateurs), una galería de personajes inolvidable. Y, sobre todo, una narración en tiempo real, que le da una intensidad y concentración dramática explosivas.
Son dos horas y media que el espectador puede llegar a desear que no terminen jamás. Se cuenta que los programadores del Bafici prefirieron no ponerla en competencia, para que no hubiera robo. Es una decisión razonable.
(Hoy a las 14.30 y 22.30, en el Hoyts 9. Mañana a las 14.15 en el Atlas Santa Fe 2, y a las 19 en el Atlas Santa Fe 1.)
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