CHICOS
En 1977, el Ministerio de Cultura y Educación de la dictadura hizo circular por los establecimientos de enseñanza un folleto con el título Subversión en el ámbito educativo. En la página cuarenta y ocho, el manual señalaba que “el accionar subversivo se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden en las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas y conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará en niveles superiores”. “En este sentido –continuaba el pasquín– se ha advertido en los últimos tiempos una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil.” En ella se propone emitir “un tipo de mensaje que parta del niño y que le permita ‘autoeducarse’ sobre la base de ‘la libertad y la alternativa’”.
El documento aparece en el libro Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso, de Martín Zubieta y Eduardo Blaustein (Colihue), y expresa con contundencia cuál fue el proyecto cultural de los militares hacia los más chicos. Contra esos mastines de la censura se gestaron rebeliones poco o mal recordadas, a través de autores que en algunos casos venían luchando desde mucho antes. La Torre de Cubos, de Laura Devetach, fue vetado por su “ilimitada fantasía”. Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, se prohibió porque relataba una huelga de animales. Textos como ésos –y desde luego las canciones de María Elena Walsh, quien en su momento debió mudarse al extranjero– ocuparán la escena en el festejo de mañana.
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