Martes, 25 de abril de 2006 | Hoy
“Siempre me pregunté qué ocurriría al llegar a esta edad: ¿me dejará el bandoneón a mí, o yo lo dejaré a él?” Casi un dilema sentimental para Leopoldo Federico, que no tendrá resolución mientras siga empujándolo a escena el entusiasmo de los músicos de su orquesta típica, la más antigua en actividad. Los mosqueteros de esta épica porteña son su contrabajista Horacio Cabarcos, su pianista Nicolás Ledesma y Antonio Príncipe, con quien Federico lleva más de cincuenta años compartiendo fila de fuelles.
Ayudado por su robustez, Federico empezó a tocar con orquestas en los cabarets siendo menor de edad. Era un chico corpulento, pero era un chico: el padre lo esperaba todas las madrugadas a las cuatro en la esquina del Tabarís, para llevarlo a casa en tranvía.
* Fragmento del capítulo sobre Leopoldo Federico del libro Café de los maestros, con entrevistas de Irene Amuchástegui.
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