A veces, el centralismo hace creer que no hay vida cultural fuera de los límites de la ciudad de Buenos Aires. Sin levantar la perdiz, en La Plata conviven cada fin de semana un sinfín de propuestas artísticas para todos los gustos y edades. Sus calles se pueblan de jóvenes provenientes de todo el país y hasta de Latinoamérica que eligen la Ciudad de las Diagonales para comenzar sus estudios. Esa diversidad de público fue la que se vio reflejada el viernes durante la cuarta edición del Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires (Fifba 2012). La primera de las tres jornadas reunió a 30 mil personas en el Bosque platense. A lo largo del día, los tres escenarios y el anfiteatro vieron pasar a artistas de alto vuelo, con el eje puesto en los nuevos valores y en la faceta más alternativa del folklore. Desde la sabiduría musical de Tomás Lipán hasta los aires frescos de La Yegros, pasando por el ascendiente Bruno Arias, el inquieto Raly Barrionuevo y los cada vez más consolidados Arbolito. Y una visita internacional: el emblemático grupo peruano de “cumbia amazónica” Los Mirlos convirtió el Bosque en un baile. El eje que sobrevoló esta vez fue el respeto a la tierra y a los pueblos originarios.

Minutos después de que se disiparan los aplausos que despertó la vibrante versión de “Zamba del arribeño” (Juan Falú-Néstor Soria) que hizo Lorena Astudillo para cerrar su concierto, Barrionuevo ya estaba listo para comenzar su set acústico en el Zambódromo. En plan fogón y con el público acomodado en el piso, el trovador santiagueño salió solo al escenario y festejó la propuesta: “Es bueno volver a cantar solo con la guitarra, porque tiene que ver con la guitarreada y con el formato en el que han nacido las canciones”. Con la misma energía que con la banda, el músico tocó sus zambas, gatos y chacareras más urgentes: “Si acaso vuelves”, “El activista”, “Cuarto menguante”, “Niña luna” y “Ey paisano”. Entre tema y tema se tomó un mate que llegó de la popular, se acordó de sus pagos y hasta invitó a bailar a alumnos de la Escuela de Danzas Tradicionales de La Plata, que fue cerrada “sin previo aviso” por falta de mantenimiento. Pero el momento más sublime se dio cuando, repentinamente, se cortó la luz y el músico se lanzó a tocar con su guitarra desenchufada. Y todas las voces fueron una.

A esa hora (a media tarde), el público no tenía edad: familias enteras se repartían por el predio, y los mates, las reposeras y las conservadoras con alimentos se contaban por cientos. El clima cálido, por suerte, estuvo en sintonía con la fiesta folklórica. La atención a la hora de programar, al parecer, estuvo centrada en la cultura de los pueblos originarios, particularmente de la región andina del país. Es que no fue casual que el corte de cinta inaugural haya estado precedido por los ballets coyas Amerindia, Raíces y por una “corpachada” (darle ofrendas a la Pachamama en agradecimiento) “en vivo” a cargo de Tomás Lipán y las copleras jujeñas Las Hermanitas Cari. Ese espíritu se mantuvo más en los recitales del escenario Panorama, el principal: el jujeño Bruno Arias tocó todo su show con una remera que decía “No a la minería contaminante”, evocó a los hermanos de su tierra con sayas y tinkus y cantó “Somos nosotros” a dúo con Barrionuevo. En la misma línea, Arbolito, por momentos acompañado por La Chilinga, cerró la primera jornada. A esta altura, es indudable la identificación que genera la banda de “rock folklórico” en los jóvenes, quienes esperaron hasta el final para verlos. Un repaso por sus discos más populares alcanzó para que el grupo consiguiera aplausos sentidos (“Europa”), sonrisas cómplices (“El sueño del pibe”, dedicada a Maradona), rondas de baile (“Amérika bonita”), llantos (“Si me voy antes que vos”) y pogo (“El pibe de los astilleros” en clave folklórica).