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- El mayor papelón: “Mi ingreso, por un único día, a la revista Selecciones, de México. Después de la primera jornada de trabajo, dije ‘Hasta mañana’ y nunca regresé. Pero si me pongo a pensar tengo otros”.

- El error imperdonable: “No preparar debidamente una entrevista o una nota; encarar un trabajo con prejuicios, escepticismo o desconfianza”.

- La mayor frustración: “Reconocer que no puedo todo”.

- El dolor más fuerte: “La situación de arrasamiento en nuestro oficio durante la dictadura y los muchos amigos asesinados”.

- La nota que quiso hacer y nunca pudo: “Muchas, pero elijo dos: me hubiera gustado entrevistar a Woody Allen, y también me resultaría un privilegio poder hacerle una entrevista a la Presidenta de la Nación, pero sobre mis temas, cultura y espectáculos”.

- Lo mejor de la profesión: “La falta de rutina y la posibilidad de conocimiento, aprendizaje y especialización”.

- Lo peor de la profesión: “Lo peor es creérsela”.

- ¿Se arrepiente de algo? “De algunas veces que frente a ofertas de trabajo tendría que haber dicho que no y, por diversas razones (tentación, debilidad, omnipotencia), dije que sí”.

- En el hipotético caso de que un financista millonario le da la posibilidad de armar una publicación a su medida y preferencias, ¿como sería? “Primero me dejaría invitar a un muy buen lugar para almorzar, lo escucharía y le respondería que muchísimas gracias pero no. Y le diría que tengo, por lo menos, cinco muy buenos jóvenes periodistas que hoy harían ese trabajo muchísimo mejor que yo. Y a cualquiera de ellos, les recomendaría que antes de decir que sí averigüen, aunque sea en Google, si el tipo es verdaderamente millonario o es un trucho”.