Sábado, 30 de junio de 2012 | Hoy
MUSICA
Horacio “Acho” Estol nació en 1964 y ocurrió un mundo de cosas antes de fundar La Chicana, en 1995, junto a Dolores Solá y Juan Valverde. Antes de lanzar aquel primer disco (Ayer hoy era mañana, 1997), el guitarrista se había forjado en música de cámara, con Antonio De Raco, y en arreglos de tango, milonga y vals con el maestro Ismael Spitalnik. Había incursionado, ecléctico, en el folklore, el tango, el rock, el blues y el flamenco. Había pasado por varias bandas de rock, “con suerte escasa” y generado –antes y durante– músicas para películas, entre ellas El elegante, Tango: Un giro extraño, Ciudad en Celo, y teatro (Luca vive y Criminal, entre otras obras). Se había sumergido en un mosaico de guitarras (españolas, acústicas, eléctricas y portuguesas) y, lejos de aferrarse exclusivamente al instrumento, había extendido sus inquietudes al bajo, la flauta traversa, el charango, el piano y la kalimba. No es extraño, entonces, que cada disco de La Chicana, dirigido y arreglado por él, se tiña de giros profundos, tanto instrumentales como de género. Es la impronta que apenas esbozó en aquel disco debut y que desa-rrolló en los que sobrevinieron: Un giro extraño (2000), Tango agazapado (2004) y especialmente en el último, Revolución o picnic. A la par, el guitarrista y productor (los resultados de tal labor quedaron bien expuestos en el disco Tranquila corazón, de Falsos Profetas), inició una carrera solista que, al momento, incluye los discos Mi película (2006), Buenosaurios (2010) y el flamante La Calle del Desengaño... todos ellos, aunque con sus particularidades, enmarcados por una estética de cruce y riesgo creativo.
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