Viernes, 13 de julio de 2012 | Hoy
CHICOS › EL LEGADO DE ORO DE SARAH BIANCHI Y MANE BERNARDO
“El títere no es un muñeco, es un personaje teatral y, como tal, representa algo que tiene vida propia, una expresión y un objetivo de existir”, sostenía Sarah Bianchi, pionera y referente indiscutible en el arte del títere. El viernes 6 de julio se cumplieron dos años de su muerte, y la fecha es una excusa para repasar la herencia que dejó en la historia de esta rama del teatro argentino. Desde la década del ’40 batalló para que la disciplina se hiciera fuerte en el país y se abriera a públicos de todas las edades, no sólo al infantil. Por eso, junto a su inseparable compañera, la también titiritera Mane Bernardo, idearon en 1983 el Museo Argentino del Títere, que recién en 1996 encontró un espacio físico en San Telmo. La pareja Bianchi-Bernardo –que luego marcaría un sello en la escena teatral– nutrió al museo con muñecos comprados, donados y trocados durante los numerosos viajes y giras que emprendieron por Latinoamérica y el mundo. Antes, en 1943, fundaron la Compañía Nacional de Títeres, con sede en el Teatro Cervantes. “Ellas cargaron el peso social por ser mujeres y se tuvieron que enfrentar al mundo de los titiriteros, que era sólo de hombres. Abrieron un camino”, destaca Silvia Musselli, una de las organizadoras del festival. De hecho, Sarah y Mane fueron desalojadas del Cervantes en 1946 y perdieron gran parte de sus materiales a causa de un incendio, al parecer intencional. Un año después, ambas crearon el Teatro Libre Argentino de Títeres, pero tuvieron que cambiarle el nombre porque, curiosamente, la palabra “libre” estaba prohibida. “Muy poca gente pudo tener un vínculo tan fuerte con el títere como lo tuvo Sarah. Fue admirable su tesón y su persistencia en el ambiente”, dice a Página/12 el chileno Italo Cárcamo. Bianchi fue, también, una innovadora: aportó la técnica de la mano desnuda e incorporó títeres no antropomórficos. Es decir, se anticipó al Teatro de Objetos. “Títere es cualquier muñeco, figura, forma, plana o de volumen, o cualquier objeto que gracias a la animación que le da el titiritero se convierte en personaje de teatro”, definió una vez. “Son títeres porque se animan y se transforman en personajes por el oficio del titiritero. Es decir, no son mecánicos ni eléctricos, pueden cambiar a voluntad del titiritero”, enseñaba quien prefería la técnica de títere de guante. Lucecita, su títere más querido, daba cuenta de ello. Para todo titiritero, el único protagonista es el muñeco. Siempre lleva el aura del creador. “Cuando llega un títere donado al museo, nunca jamás dejo que nadie ponga la mano adentro o lo mueva porque pienso que conserva adentro ese hálito de vida que le dio el titiritero que lo manejó”, decía Bianchi.
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