Viernes, 26 de mayo de 2006 | Hoy
OPINION
En 1976 el semanario alemán Der Spiegel publicó una entrevista a M. Heidegger, realizada diez años antes. Comienza así: “Der Spiegel: Profesor Heidegger, constantemente hemos podido comprobar que su obra filosófica está un tanto ensombrecida por ciertos sucesos de su vida, que no duraron mucho y que nunca han sido aclarados, bien porque ha sido Vd. demasiado orgulloso, bien porque no ha estimado conveniente pronunciarse sobre ellos. M. Heidegger: ¿Se refiere a 1933?” Más allá de la cautela de la pregunta, Heidegger no duda en responder con una fecha precisa: 1933. El año de su compromiso con el hitlerismo. El año en que asumió el rectorado de la Universidad de Friburgo y el del célebre discurso “La autoafirmación de la universidad alemana”, donde cuestionaba la autonomía académica, proponía un servicio del saber, semejante al servicio militar, y la subordinación del conocimiento a la necesidad, es decir, al destino del Estado, al ser alemán. Un discurso imbécil y servil, comentará Benedetto Croce. Para Jaspers, en cambio, dejando de lado las particularidades que responden al gusto de la época, una verdad a la vez nueva y evidente.
En 1987, Víctor Farías reinaugura el género “Heidegger y el nazismo”, apoyándose en los documentos que prueban su compromiso político. En uno de los últimos libros sobre el tema, Emmanuel Faye (Heidegger, la introducción del nazismo en la filosofía, 2005) explora los fundamentos sobre los que reposa el conjunto de su obra. Para Faye, la filosofía de Heidegger no se formó antes de encontrarse con el nazismo y con el hitlerismo, sino que se funda en una concepción que se emparienta con la doctrina racial del nacional-socialismo. Entre Farías y Faye han sido muchos los trabajos para condenar a Heidegger y su filosofía, para tratar de excusar a su persona o, al menos, para dejar su filosofía a salvo. Como ha sucedido con el Holocausto, también respecto de la relación entre filosofía y nazismo se corre el riesgo se reducir el problema (circunscribiéndolo a un determinado personaje y a una determina manifestación política) y esquivar, de este modo, la relación, más fundamental y determinante, de la filosofía con la política del siglo XX y con el proyecto político de la modernidad en su conjunto. Al respecto, debemos tomarnos muy en serio la observación de Michel Foucault: el racismo de Estado es mucho más que un viejo prejuicio y mucho más profundo que una nueva ideología, está inscripto en los mecanismos de la política moderna. Y, deberíamos agregar, también en los mecanismos de su filosofía política. Nuestra tarea es explorar esta inscripción.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.