¿Cómo se formó el equipo creativo de esta puesta en la que cada detalle combina belleza y misterio? “Llamé a Alejando Téran, le conté lo que iba a hacer y me entregó nueve bocetos impresionantes. Su música enseguida te coloca en un estado emocional: el cuerpo baila desde ese lugar de cierta conmoción. Las melodías tienen algo de emoción y de humor; me gustan mucho”, cuenta Mazur. A la propuesta de Terán (que en un momento partió a Los Angeles para grabar con Santaolalla) se sumó Manuel Scahller con las bases electrónicas. Por su parte, Alicia Leloutre y Matías Sendón vieron un ensayo, pidieron a Leticia un guión con las escenas bien marcadas y se pusieron a trabajar intentando reflejar esa atmósfera entre enigmática y reconocible. Y desembocaron en una estructura semi-cerrada hecha de paneles altos donde rebotan las luces, y que dejan zonas entreabiertas y planos en diagonal. “El espacio está medio corrido, en falsa escuadra, no hay ángulos rectos. Como si fuera un pedacito de un laberinto”, confirma la protagonista. La idea del laberinto se terminó de configurar con el hilo de lana destejiendo la ropa: “Se le ocurrió a Inés Rampoldi y no parecía algo fácil de concretar. Pero llamamos a una tejedora increíble, Ana Paula Méndez, y lo pudimos plasmar”.