Lunes, 31 de diciembre de 2012 | Hoy
TEATRO › OPINIóN
Por Roberto Perinelli *
Si el teatro de Buenos Aires se caracterizaba por una cantidad de espectáculos inusitada, preciso es decir que durante la temporada 2012 el fenómeno aluvional se ha acentuado. Por supuesto que esta cuestión se manifestó con mayor vigor en una de las áreas en que se fracciona la actividad escénica de la ciudad, la alternativa, el off o de la manera que se la quiera llamar. Este andar avasallante fue acompañado, por cierto con una programación mucho más prudente, por la escena comercial, el llamado teatro de la calle Corrientes, que parece haber abandonado definitivamente a la revista y vuelto la mirada hacia un teatro de calidad, aunque con la lamentable carencia de la autoría argentina.
La tercera pata de la actividad, el teatro oficial, pudo seguir dividiéndose, como en años anteriores, en dos zonas bien limitadas: el Teatro Nacional Cervantes, que con una cartelera plena de autores nacionales, actuales y clásicos, ha mantenido un nivel de calidad y coherencia que se le extraña a su congénere municipal, el Complejo Teatral de Buenos Aires, de un andar vacilante, interrumpido y atento a un régimen de coproducciones que resulta, al menos, discutible.
No queda ninguna duda de que dentro de este cuadro sobresale claramente el teatro alternativo. Con afán de evitar injustas omisiones no mencionaré títulos ni protagonistas destacados (que los hubo y muchos), pero es evidente que dentro de esta zona es donde se ofreció el arte dramático más inquietante. La producción tan abundante guardó la saludable virtud de ser absolutamente versátil, donde convivieron sin problemas de habitabilidad desde la propuesta más experimental hasta el teatro histórico, el de corte confesional o el costumbrista. Quedaron atrás, por fortuna, mezquinas antinomias que alguna vez enfrentaron a los teatristas, cuando adhirieron a posiciones que hoy suenan ridículas, tales como preferir una estética denostando la existencia de otra posible. En 2012, los cultores del off encararon los proyectos que les vinieron en gana, sin obedecer a ninguna receta previa y con un atrevimiento que, por supuesto, a veces provocó resultados desdichados, pero que con mucha más frecuencia dio luz a frescas y deleitables aventuras teatrales, para que el público (muy a pesar, en muy lento aumento) pudiera aplaudir con entusiasmo y, a veces, con legítimo asombro.
* Dramaturgo e investigador.
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