“Los escritores no surgen de la nada –dice Mario Ortiz–. ¿Qué hay detrás de Kafka? Está Robert Walser. ¿Y detrás de Borges? Estaba Macedonio Fernández, ¿no es cierto?”

–¿Y quiénes están detrás de Mario Ortiz?

–Francis Ponge, al menos detrás de Cuadernos de lengua y literatura; Georges Perec, el de Tentativa de agotar un lugar parisino; Maurice Maeterlinck, pero no el dramaturgo sino el ensayista que es ma-ra-vi-llo-so, el de Inteligencia de las flores, un ensayo de botánica a través de una cierta mirada poética. No porque la prosa se vuelva poética, sino porque está viendo en las flores un modo de organización. Es algo que resulta un poco inclasificable. Una vez flasheé leyendo a Estrabón, que hacía una geografía en donde recorría algunos lugares y contaba la historia de esos lugares al mismo tiempo que hacía poesía. Y está Sebald también. Si puede haber algo raro, es cierta combinación que se da en mi libro. Como decía Eliot, la individualidad no se determina por un escritor aislado, sino en relación con una tradición. Es en diálogo con esa tradición donde se puede evaluar qué está ocurriendo.