MUSICA
A lo largo de su conversación telefónica con Página/12, mientras viajaba en auto de una ciudad europea a otra, Gustavo Dudamel abundó en la cuestión de la dirección orquestal y en la relación entre arte y oficio: “Uno empieza a hacer música porque ama la música. Pero con el tiempo, cuando se convierte en un trabajo y uno empieza a trabajar todas las semanas, la música puede volverse una rutina. Mi trabajo es olvidar y hacer olvidar esa rutina. Lograr que todo, siempre, suceda como si fuera la primera vez”.
“A veces les digo a las orquestas: ‘Miren, la gente viene a los conciertos para escuchar, pero también para ver qué es lo que está sucediendo en escena’. Es muy fácil disfrutar de la música en la propia casa, con un CD. Uno puede parar en cualquier momento, puede pararse y hablar con el celular o irse a tomar un whisky o una cerveza. El concierto es como un ritual pero, a veces, se vuelve cansador. Y eso es porque, incluso, a veces, para mí, cuando se va a un concierto uno siente que necesita algo más. No es que tengamos que saltar, o gritar, pero tenemos que poder comunicar esos sentimientos.”
“Uno puede tener un conocimiento completísimo de la música, pero si no puede convencer a la orquesta, todo es imposible. Eso es parte del misterio de dirigir.”
“Después de cumplir los 30 años (Dudamel tiene ahora 32) comencé a pensar un poco más profundamente sobre algunas cosas. A veces veo cómo dirigía en el pasado, con toda mi energía, y ahora estoy empezando a dirigir las mismas obras con menos movimientos. Menos movimientos pero la misma energía.”
“No soy el Mesías. Hago música.”
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