Viernes, 10 de mayo de 2013 | Hoy
RADIO › SU DEBUT EN LA NOVELA
Editada el año pasado, Cartas marcadas fue la sexta obra literaria de Alejandro Dolina desde el inaugural Crónicas del Angel Gris (1988), los dos libros de cuentos posteriores y las transcripciones de la opereta Lo que me costó el amor de Laura y de las comedias musicales publicadas bajo el nombre de Radiocine. La novedad de su último trabajo fue que por vez primera se animó a la novela, un formato que reconoce angustiante y fatigoso. “Sentí el peligro del derrumbe muchas veces y temí que el proyecto tambaleara. Esa duda constante en la que uno vive mientras está escribiendo te arruina la vida. Avanzás lentamente, más si te proponés un trabajo largo. El desaliento se produce cada diez renglones y la tentación que uno siente es la de abandonarlo todo. Puede que haya un tobogán al final de la obra, cuando todo está resuelto y la novela casi que se escribe sola porque te empuja de atrás. Pero eso pasa en las últimas treinta páginas. Y, después, sí: la felicidad de haberla terminado”, explica.
El resultado final, no obstante, parece convencerlo: “La novela no sé si es buena o mala, pero llegó a un término sólido. Digo: es consistente consigo misma, los ladrillos son del mismo tamaño. Superó esas crisis que aparecen en las obras largas cuando el autor descubre algún error de concepción que pone en riesgo toda la construcción. Esto pasa también con los cuentos, donde tirar uno es tirar tres días de trabajo, pero tirar una novela de 300 páginas es una catástrofe difícil de aceptar”.
–¿Volvería a hacer una novela?
–Volvería a hacerlo, claro, pero no me gustó. A nadie le puede agradar estar escribiendo y temblando ante la posibilidad de que algo nos revele que somos verdaderamente inaceptables como escritores, que somos insolventes. Es un miedo muy común del medio artístico en general. No tanto a cometer un error, sino a que ese error sea de una naturaleza tal que nos revele a nosotros y al mundo que, en realidad, no somos las personas que creemos ser. No es a la equivocación a lo que uno le teme, sino a la revelación que te indique que sos un imbécil.
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