CINE
La disminución en los costos de cada copia (mil pesos contra 1500 dólares de una en 35 mm) y de los impuestos aduaneros junto a la facilidad logística que conlleva la posibilidad de llevar una película en una mochila son las principales bondades que destacan los empresarios sobre la inexorable digitalización de la industria audiovisual. “Con el fílmico puede darse el caso de no llegar a cubrir la inversión incluso con la película funcionando bien, más allá de que así quizá se podría conseguir alguna sala más. Quizá Tabú en 35 mm llevaba un poco más de público, pero no demasiado y la inversión era el doble. Si la expectativa de lanzar en fílmico fuera mucho mayor, ahí quizá se justificaría, pero en este caso no”, asegura Carlos Zumbo, de Zeta Films, quien después de los bajos números de El mal del sueño decidió que sus películas serían digitales o no serían. El nuevo formato permitiría, según su experiencia, quizá no conseguir todas las pasadas diarias en una sala de multicine, pero sí al menos algunas a la noche, horario en el que mejor funcionan sus películas. Vale aclarar que la reducción de los costos no es inmediata, ya que actualmente los distribuidores pagan una tasa adicional por cada sala digital que ocupan con el fin de contribuir en el reequipamiento del complejo. El llamado Virtual Print Fee (VPF) tiene un valor similar al “ahorro” de las distribuidoras por hacer una copia en digital en lugar de una analógica. Esto es, según los empresarios consultados, unos 850 dólares. “El problema es que la digitalización que esperábamos no se está dando”, continúa Zumbo. Los números muestran que la Argentina, tercer mercado latinoamericano después de México y Brasil, tiene mucho más fílmico que el que debería. Más allá de los incentivos fiscales y programas de financiamiento para su pronta jubilación del Incaa, el país tiene alrededor del 25 por ciento de sus salas digitalizadas –la media latinoamericana es de 45 por ciento–, mientras que su tasa de crecimiento entre 2011 y 2012 fue del 30 por ciento, ubicándose así como uno de los países de renovación más lenta de América latina, apenas por arriba de Bolivia. Todo esto, según consignó el consultor del Instituto de Estadísticas de la Unesco Roque González en una columna publicada en Otroscines.com.
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