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Sábado, 24 de junio de 2006

DISCOS › OPINION

Las vueltas de la vida

 Por Litto Nebbia

A mis 9 años, asistió a la pensión donde vivíamos con mis padres en Rosario nada menos que Virgilio Expósito.

Era amigo de ellos, compañero de la noche.

En esa época mi padre me hacía cantar “a capella” delante de toda persona que se nos acercara.

Era su natural manera de vanagloriarse porque tenía un hijo con buenas aptitudes musicales.

Entonces llegó Virgilio y tuve que cantar.

Virgilio era y fue (y será) muy exigente.

A pesar de que reconociera talento en tu persona, siempre estaba insistiéndote que tenías que estudiar y preocuparte más.

Era su manera de amar la música, de cuidarla, impulsarla.

Cuando terminé de cantar la primera canción, comenzó a darme una lista de consejos y advertencias que para mi edad sonaban como si me estuviera “retando”.

Fue muy divertido y siempre recordábamos eso con mis padres.

Pasó la vida y me reencuentro con Virgilio, a instancias de que un día con Manolo Juárez decimos...“este tipo es un grande, ¿cómo no graba un disco?”

Así es que a la semana estábamos en el estudio de Melopea y empezamos a grabar todos los días.

Lo más chistoso es que a mí se me ocurrió que Virgilio tenía que cantar sus temas, que su voz me parecía increíble, y lo alentaba diciéndole que él era un “disseur”, y que así cantaban los reales “composers”.

Pero al inicio él no estaba realmente convencido, pensaba que a nadie le podía gustar su voz cascosa y aguardiente.

Entonces hacíamos una toma y otra, y él insistía en corregir, hasta que un día me dice...“¿me estás haciendo esto para vengarte de cómo te traté cuando eras chiquito y fui a tu pensión...?” (grandes risas).

Siempre recordaré a Virgilio como uno de los más grandes compositores que he conocido.

Allí donde estés, te saludo Virgilio.

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