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Lunes, 23 de septiembre de 2013

LITERATURA

Madres espirituales y sangre bonaerense

En un momento se mencionan dos versos dentro de Una muchacha muy bella: uno de Alfonsina Storni y otro de Emily Dickinson. ¿Qué representan estas poetas para usted?

–Storni es para mí una especie de madre espiritual. La amo locamente; tiene cosas que no me gustan nada y cimas fabulosas. La adoro como una madre social. Emily Dickinson es una figura de lo femenino absoluta, una mujer que escribió unas cosas maravillosas en su sola intimidad y que se pregunta todo el tiempo por el ser: “Yo no soy nadie”. Está todo el tiempo la idea de alguien que se está preguntando quién es. Por eso, ¿hijo o qué? Es alguien que se rebela a ser solamente un hijo.

–Hay una escena de la novela que condensa la violencia de la década del ’70 en el campo argentino, en el charco de sangre bonaerense, donde el narrador descubre que asco y horror pueden ser la misma cosa. Parecería estar haciendo referencia a El matadero, ¿no?

–Sí, absolutamente. La referencia a El Matadero me parece muy justa. Yo pensé esa escena como una especie de coreografía. Cuando el tío avanza, los peones retroceden. Cuando el tío se agacha, los peones se levantan y salen. Pero el que dispara es uno de los peones. Y carnea otro de los peones. Y el tío habla del suelo argentino y de los paisanos. Es una escena muy mediada por la diferencia y por los lugares que se ocupan.

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