–Ha comentado que escucha poca música, pero lee mucho. Para el disco anterior leyó a Houellebecq. ¿Qué estuvo leyendo últimamente?

–Volví a reencontrarme con Cortázar. Encontré La vuelta al día en ochenta mundos y me fue delicioso volver a leerlo. Irrumpe lo inesperado y empieza a transformar todo. Creo que me sirvió como detonante. Cortázar tiene algo de absurdo. Nunca se me hubiese ocurrido escribir sobre ogros que viven en un limón, y creo que él disparó eso. Hace poco me recomendaron a Fabián Casas, con el que me llevé una grata sorpresa, lo mismo que con Sobre Sánchez, el libro de Osvaldo Baigorria. Con la música me pasa de volver a escuchar Los Beatles y siempre encontrar algo nuevo, de no entender cómo no lo descubrí antes. Tienen un grado de genialidad impresionante. Son esas conjunciones mágicas, donde los cuatro hicieron un despelote (risas). No me canso de escucharlos. Todo lo nuevo que vino después, de alguna manera lo vas a encontrar en alguna canción de Los Beatles o los Stones. La música es un portal mágico, en el tiempo que estás metido ahí te transforma la realidad.

–¿Y el cine le gusta?

–Sí, me gusta mucho. Ultimamente me gustó Django sin cadenas, de Quentin Tarantino. Me gusta escuchar la banda de sonido de las películas y los sonidos incidentales. Tengo un problema con el cine argentino, donde a veces siento que no está tan bien trabajado el audio. Será que me es más fácil leer las letras y prestar atención a la música.

–¿Ve algo en televisión?

–Muy poco, alguna película o noticiero. Soy de coparme con el humor ácido de Capusotto, me parece muy bueno. Incluso los videos que pasa son alucinantes.