CINE › ISRAEL ADRIáN CAETANO HABLA DE SUS RAZONES Y SUS ELECCIONES AL HACER UN DOCUMENTAL SOBRE NéSTOR KIRCHNER
El director uruguayo sabe que NK, que se estrena hoy, tendrá “un uso político, para un lado y para el otro”, pero asegura que “lo que se está contando es la historia de un presidente argentino que cambió muchas cosas en los últimos tiempos”.
› Por Oscar Ranzani
Algunos proyectos nacen y mueren sin concretarse. Ese fue el riesgo que corrió el documental sobre Néstor Kirchner, NK, realizado por Israel Adrián Caetano. Todo comenzó en 2011, cuando los productores Fernando “Chino” Navarro y Jorge “Topo” Devoto le propusieron al director de Un oso rojo realizar un documental en homenaje al ex presidente, fallecido el 27 de octubre de 2010. El primer corte de Caetano, que ponía a Kirchner en primera persona a través de sus discursos, no convenció a los productores. Entonces, el cineasta se apartó del proyecto y la realización del documental fue propuesta a Paula de Luque, que estrenó su propia obra, Néstor Kirchner, la película, en 2012. Pero hace unos meses, el primer corte de Caetano se filtró en Internet y se viralizó rápidamente. Incluso, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner vio el material en crudo, sin terminar, y tuvo palabras elogiosas sobre el enfoque que tuvo Caetano sobre la figura de su marido. Ese primer corte se emitió en junio por Telefe, pero los productores retomaron el proyecto y el cineasta uruguayo pudo terminar la película, que finalmente se estrena hoy en el renovado cine Gaumont, en Arte Cinema y en los Espacios Incaa de todo el país.
“Ahora es parte del pasado”, dice Caetano a Página/12, respecto de las idas y vueltas que tuvo el proyecto. “Después de ver la película en la pantalla, todo pasó a ser inmediatamente una anécdota. Incluso, el estreno era algo natural, que iba a darse. La película ya tenía fecha de salida a la luz. Entonces, todo el proceso creativo de la primera etapa, que era como más conceptual, ya estaba hecho. Lo que quedaba era terminar la película, darle forma, hacer todos los trabajos técnicos respectivos, ponerle música. Y, sobre todo, darle un final en el sentido literal de la palabra, porque no lo tenía. Por lo que me contó gente que trabajó en el proyecto y que la vio en Internet –yo siempre me negué a eso– parecía una sucesión de anécdotas, una tras otra, que cada tanto tenía algún hallazgo en el relato, pero eso no era una película. Por eso también me enojé mucho cuando la pasaron en Telefe”, agrega el cineasta.
–Antes de comenzar con el proyecto, comentó que no le interesaba hacer “una película partidaria ni excluyente”. Con el trabajo terminado, ¿esa idea se cumplió?
–Sí, estoy convencido de que sí. Por eso tiene que ver el registro que hay, que son sólo imágenes recogidas en un tiempo donde impera Internet. Esta película sale y se estrena en Internet. Toda la investigación se hizo a través de algo muy moderno como la web. Se hizo desde allí y después se buscaron esas imágenes en la resolución original que estaban, o sea, del tipo que las había subido a la red. Fue hecha con un montón de material, más lo que la gente mandaba, más lo que uno imaginaba, buscaba, pensaba. No era fácil administrar cientos de hora de material.
–¿Qué diferencias implica como cineasta hacer un trabajo que no tuvo que filmar sino que se nutrió de imágenes de archivo?
–Siempre tuve ganas de hacer una película así. No un documental precisamente, pero sí una película que fuera solamente de montaje o de tratamiento de imagen. Ni siquiera creo que la película sea un documental, creo que es realmente un documento. Es como si alguien encontrara un concepto sobre la ideología de una persona. Me interesaba mucho más la ideología que tenía y la forma de moverse dentro de la política. Desde ese lugar, es un documento de la ideología de un político de pura cepa. Podrán estar de acuerdo o no, pero que es una película política no cabe duda.
–¿No tiene temor de que el film sea juzgado ideológicamente y no como una obra artística?
–Es que lo van a juzgar ideológicamente. No me preocupa. Con este documental aprendí un montón de cosas. Y me ha pasado con las películas que he tenido grandes problemas que uno aprende en el medio. Para este documental, en un momento, ya no me preocupaba la aceptación del otro. Había un trabajo que terminar y que se había empezado hacía mucho. Entonces, no me preocupa lo que hagan los demás o lo que digan de la película. Mi trabajo está hecho, está ahí en la pantalla, ya lo verá la gente. Lo que digan a favor o en contra, la pongan donde la pongan, ya es problema de los otros. No es problema mío. Hice lo que tenía que hacer, estoy contento y ojalá que le guste a mucha gente. Y es una película política. Ahora, verla como una cuestión partidaria es una imbecilidad.
–¿El film también está pensado para que las nuevas generaciones conozcan cómo pensaba un político de su talla?
–Ese es el uso político que va a tener el film. Al ser una película contundentemente política, al tener rasgos decididamente peronistas, donde el personaje es un presidente que hoy por hoy es más juzgado que en vida (acá está esa cosa de hablar mal de la gente cuando no está), es inevitable que no tenga un uso político para un lado y para el otro. Pero es más lógico que lo tenga para el lado de la gente que me encargó la película. No soy un boludo. Sabía que iba a tener un uso político. Pero eso no está en mis manos. Creo que va a ser vista más por gente que tenga curiosidad. Hay un montón de gente que no sabe quién era Kirchner; desde la mirada que tiene el film, por lo menos. Hay gente que lo odia y lo va a odiar sin necesidad de ver la película. Y va a seguir hablando mal por más que la historia le dé la derecha en muchas cosas.
–¿Buscó hacer un film con rigor histórico?
–Es que no tiene rigor histórico.
–¿Le parece?
–Creo que en un momento te hacés un rompecabezas en la historia que va y vuelve, como si pasara a no tener tiempo. Llega un momento en que ya no te fijás en los carteles en qué fecha fue tal acto. La película pasa de una construcción coyuntural. Lo que se está contando es la historia de un presidente argentino que fue decisivo, muy importante y que cambió muchas cosas en los últimos tiempos. Y que tiene que ver con una movida latinoamericana que hay en muchos países.
–¿Por qué decidió que no tenga un orden cronológico?
–Para que se entienda un concepto. Si usted pudiera escucharla en off y no verla, no se daría cuenta de que es un relato no cronológico. La película es coherente en relatar lo que una persona pensaba y decía. Tenía la misma vehemencia a la hora de hablar en un galpón de mala muerte con cuarenta tipos, sentado en una silla de plástico, como al hablar frente a los milicos y decirles: “No tengo miedo”. Eso es una coherencia política. Quería contar cómo pensaba este hombre. Empecé a conocerlo también con el documental. Yo tocaba muy de oído. Los ’90 me dejaron dañado casi de por vida con la política y sigo siendo absolutamente escéptico con todo lo que pasa. De a ratos, me equivoco. Y eso está bueno también, pero no puedo evitarlo. Entonces, lo conocí desde un lugar muy escéptico. No es que tuviera sospechas, no era desde un lugar policía, sino escéptico. Pensé: “Vamos a ver qué cosas realmente se hicieron, cuán contundentes son, cuánto cambio han producido en la sociedad”. Y han producido grandes cambios.
–Si bien hay algunas imágenes de celebración familiar, el documental hace hincapié en el hombre público y no se mete con la vida privada del ex presidente. ¿Fue una decisión personal trabajar sólo este registro?
–Sí, porque es mentira que uno se mete en la intimidad de la vida de una persona. Uno puede meterse dentro de un ser humano hasta el fondo desde la ficción porque lo inventa. No podía inventar a un tipo que ya existía. Solamente tenía que registrarlo. Cuando la gente dice que uno se mete en la intimidad, para mí es una mentira. Nadie se mete en la intimidad de una persona, nadie llega hasta lo más interesante. Lo más interesante que tiene él se manifiesta en su obra, en lo que hizo, en lo que dijo. Hay derrotas también dentro del documental. Por ejemplo, cuando perdió con lo del campo. Tampoco es que le salió todo bien. La película no evita, cómo él no evitó como personaje político, alabar a Menem. Y se mete en un serio problema, la película. Sale en un off hablando y elogiando al compañero Menem.
–¿Cree que la película también indaga en el mundo interno del peronismo a través de la palabra de Kirchner?
–Sí. Por lo menos hay un debate sobre el peronismo que él intentaba dar. Seguro. Lo que más admiraba de él era que pateó la mesa dentro del peronismo, que es donde se tiene que patear la mesa.
–¿Qué otras cualidades destacaría de Néstor Kirchner como político?
–Estoy convencido de que sabía lo que quería. Tenía mucha potencia para lograr los lugares a los que quería llegar. Se proponía metas y era un tipo que tenía la cintura como para llegar ahí. De a ratos, era muy romántico y, de a ratos, era muy pragmático. Si empezamos a buscar en el pasado de cada uno siempre se van a encontrar contradicciones. Son contradicciones que la política tiene inevitablemente. Pero dentro de eso el tipo no cejaba en su pelea, no pestañeaba. Iba para adelante todo el tiempo. Metía para adelante. No se rindió. Levantaba la voz donde tenía que levantarla. No le importaba si los demás lo escuchaban o no.
–¿Por qué no hay ninguna mención a su muerte a través del material de archivo?
–Porque la muerte no está en la ideología de ninguna persona.
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