Sobre la mesa del control de Mondomix, su estudio en Saavedra, se apilan los diecisiete Grammy que López y su socio Alejandro Schon cosecharon en los últimos años. Dentro de la cabina de grabación, cinco estatuillas de los Premios Gardel comparten espacio con el Martín Fierro que el bajista recibió este año por su trabajo junto a Chano Moreno Carpentier, de Tan Biónica, en Graduados. Estos trofeos ofician como el reconocimiento de lo que López cree que son las marcas distintivas de su trabajo: “Si tuviera que mirar de afuera, diría que son el color y los tipos de sonidos, hasta de los ritmos. Cambia mucho en virtud de los estilos musicales diferentes, pero creo que hay una obsesión en la forma perfecta de la canción. Nunca abandono un tema si pienso que hay una mejora posible. Lo hago siempre desde el convencimiento de que hay una manera más perfecta. Una vez que el disco se editó, tengo que hacer de tripas corazón y largarlos a la vida”, dice. El camino hacia su propia fórmula del éxito lo llevó también a interpretar cómo se estructuraron los hábitos de la audiencia en el último tiempo: “Creo que hay mucha oferta. La manera en la cultura de escuchar música se ha degradado un poco, y yo soy parte de eso también. La gente escucha mucha música, usa mucho Internet, pero lo suele hacer de a una canción, si es que terminan de hacerlo. Está todo atomizado, no es el momento más feliz para ser músico”.

–¿Y de qué manera se puede fomentar el interés del público?

–El asunto es que haya muchos lugares para tocar en vivo y que haya una cultura de ir a ver cosas. Creo que la gente tendría que meditar un poco y bajar un cambio (se ríe). Es lo mismo que estos festivales que hay ahora. A mí me parece genial que haya una cosa bien grande, con un auspiciante detrás, pero vas a esos lugares y hay cuarenta mil bandas, y desde un lugar se escucha lo que llega de otro escenario, está todo cruzado. Los festivales y todo el esponsoreo están financiando una cantidad de shows y de trabajo increíble para los músicos, pero en nuestra época tocábamos por nuestro lado. Alguna vez podías coincidir en algún festival, pero era algo eventual. Teníamos nuestro público, que iba a nuestro teatrito, teatrazo o lo que fuera, y hoy en día la gente está menos dispuesta a ir a pagar a un boleto para ver a un artista en un lugar particular. Me parece que hace falta bajar un cambio y tener un poco más de paciencia para escuchar.