Jue 01.09.2005
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CINE

“Es un amor triste, muy deteriorado”

Cristian Pauls, director de Imposible, define los amores de sus hombres y mujeres de ficción como el resultado del azar, pero no está pensando en el dictado de la suerte. El cineasta diseñó un pequeño universo autónomo en el que las leyes del encuentro están regidas por la casualidad o el asalto, apegado a la idea de que son las cosas las que hacen algo con uno, a pesar de que se crea lo contrario. “Uno piensa que le está dando forma a algo, pero en realidad es eso mismo lo que está modificándolo a uno”: Pauls dice que su protagonista, Bruno (Damián de Santo), está ocupado en recuperar un presente inmediato, sin propósito ni meta, escapando por el solo placer de la fuga de una relación de muchos años, tentado por la imagen fantasmal de una mujer joven al paso. Su historia es la de un hombre tensado entre una relación histórica, un flechazo ocasional por una mujer más joven y la amenaza de un embarazo no deseado que es más una piedra en el camino que una alegría. “Aparece una nueva relación que amenaza algo de su pasado”, describe Pauls. “Es esa idea de que uno es una especie de fluido que avanza linealmente, hasta que algo o alguien se interpone entre cada uno y el futuro.”
–¿Una crisis típica de la mediana edad?
–Hay algo en la incertidumbre de los afectos que denota una crisis. Pero no es una crisis en el sentido de negatividad, sino como amor lleno de golpes, de desatinos, de caprichos. Algo se pone en crisis, en una relación llena de grietas. Eso es amor, no consolidado, difícil de aceptar como tal. Es un amor triste, muy deteriorado, pesimista...
–¿De qué escapan los personajes?
–Quieren escapar, pero no con algún sentido. No es un viaje hacia algún lugar, no tienen propósito, y si lo tuvieran debería construirse en el viaje mismo. No es ir de un lugar hacia otro, sino viajar sin meta, construyendo en tránsito. Tiene más que ver con el recorrido.
–Estas vidas se construyen, además, espejadas en un otro...
–Son antítesis complejas, no por oposiciones radicales. Isabel (Anganuzzi) es una antítesis compleja de Mariana (Flechner). En Mariana hay el peso de una historia, y en Isabel no hay historia. Mariana ofrece una relación construida por un pasado. Y lo de Isabel es un presente puro.
–¿Por qué la ciudad es oscura, no identificada según paisajes?
–La película está hecha en video y eso impone criterios estéticos fuertes. Impone escasez de planos generales, de movimientos de cámara, y una extrema cercanía con el cuerpo de los actores. Imposible se liga a una cosa espectral, con un nocturno en su sentido musical, como si existiera una zona oscura que se proyecta desde el interior de los personajes, como si la noche pusiera en escena nuevas libertades, hiciera más factibles algunas cosas, cuando la ciudad se despega de los personajes y toma vida propia. Son las acciones de los personajes las que muestran un lugar, son los cuerpos los que hablan de los objetos, de las situaciones y espacios que transitan.
–¿Y por qué los vínculos sexuales aparecen deserotizados?
–Tal vez habría que pensar más ampliamente lo sexual: ligado a la impronta que tienen las heridas sobre los personajes. Como si se tratara de recuperar a través de la herida una percepción del cuerpo. La idea de Bruno es seguir el rastro de algo que volvió para decirle que estaba vivo, que le demostró que sangraba y que su piel admitía una huella. El tiempo podía volver a marcarlo. Esa herida no dejará de sangrar hasta que no resuelva lo que pasó. El cuerpo, la herida, la sangre, la suciedad, eso que lo rodea, que le recuerda que está en un presente todo el tiempo, que le recuerda que existe: todo eso también es sexual.

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