CULTURA
El día de la llegada de la delegación a Hanoi terminó con una fiesta inesperada, que dio cuenta del interés que le puso el gobierno vietnamita a esta visita. En el Grand Ballroom del hotel, el Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo organizó un banquete para todo el grupo, que incluyó una serie de presentaciones de música y baile. Varias de ellas abrevaron en lo más típico de la cultura local, con instrumentos de formatos y sonidos que producen asombro; algunas se inclinaron más a cierto modelo de pop occidental que terminó desentonando. Pero la noche tuvo tres momentos de excepción: el primero, cuando una cantante entregó una inolvidable versión de “Solo le pido a Dios”, de León Gieco, con un sexteto de músicas en instrumentos tradicionales. El segundo, cuando Koki, Pajarín (acompañados por el contrabajista de la Selección de Tango y Roberto López, de la Dirección Nacional de las Artes, en guitarra), Javier, David y las chicas del ballet de Nuevo Arte Nativo devolvieron gentilezas sobre el escenario. Y la tercera, cuando se descubrió que el hombre que andaba por allí dirigiendo todo con un handy en una mano, un habano en la otra y un vaso de whisky sobre la mesa, con un look setentoso de morral, saco y polera y bigotazos que le habían valido el mote de El Bombita Rodríguez de Vietnam... era efectivamente eso: Tran Binh, honrado por la República Socialista de Vietnam con el título de Artista del Pueblo.
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