¿Por qué no publica El absoluto?

–Mientras escribía El absoluto, en un momento interrumpí para escribir otra novela. Cuando la terminé, me di cuenta de que era la parte que le faltaba a El absoluto. Por lo tanto me dije: “Voy a ser prudente”. En general, escribo un libro y, con uno o dos años de diferencia, lo publico. Se me acusa de publicar demasiado. Aira, que publica cinco veces más que yo, es considerado un genio. Debería ser uno de los personajes de Genios destrozados, aunque no está destrozado (risas). El absoluto, sin ser un libro publicado, produce efectos a futuro, sigue construyendo una zona. Del mismo modo que las galaxias se forman con desprendimientos de otras galaxias. ¿Qué clase de autor pensaba que era hasta que me senté a escribir El absoluto? Yo creía que era un autor que trabajaba por diferencia radical. Vos leés Arnulfo o los infortunios de un príncipe y no podés prever que ese autor va a escribir La perla del emperador ni los cuentos de El ser querido ni Matilde; son cuatro libros completamente diversos entre sí. Después siguen Los elementales y Cuerpo cristiano, que tampoco parecen tener que ver con lo anterior. Mantengo la ilusión de ser un autor siempre distinto hasta determinado punto. Cuando escribí El perseguido, me di cuenta de que era una intensificación de El terrorista, y empecé a trabajar no sólo por corte sino por serie. Mientras escribía El absoluto, descubrí el modo en que los pitagóricos se las arreglaron para explicar el funcionamiento del universo, que ellos creían que comprendía ocho planetas. Su idea de movimiento circular no era equivalente al movimiento elíptico de los planetas. Como sus cálculos no se correspondían con lo que observaban, inventaron un planeta que se llama Anti Terra, un planeta invisible que estaba detrás de la Luna y que, por efectos de la gravedad o de lo que fuera, determinaba los movimientos de los otros planetas. El absoluto es mi Anti Terra. Quizá cuando lo publique, digan: “¡Tanto tiempo para esto!”.