MUSICA
Para Martín Bauer, director del ciclo Colón Contemporáneo, “cada obra grande marca un nuevo aprendizaje; para el equipo de trabajo, para el Colón”. “Después de haber hecho el concierto con obras de Salvatore Sciarrino (el 1º de noviembre del año pasado) dijimos ‘bien, esto podemos hacerlo’. Lo mismo pasó con Prometeo, de Luigi Nono (el 16 de ese mismo mes). Y La vendedora de fósforos es un nuevo hito, porque es una obra dificilísima y, en particular, obliga a la orquesta a trabajar con técnicas a las que no está habituada. Hubo todo un trabajo de entrenamiento con los músicos, para el cual vinieron dos integrantes del Cuarteto Arditti”. Y es que esta composición, como es característico en la obra de Lachenmann, trabaja con lo que se conoce como “técnicas extendidas”, es decir todo un repertorio de maneras no tradicionales de tocar los instrumentos, destinadas a que no suenen como lo hacen corrientemente. “El héroe, en este caso, es Baldur (Brönnimann, director musical de la puesta). Y se trata, por supuesto, de una obra bellísima. Pero, además, de una obra que era posible hacer en Buenos Aires. No hay tantas composiciones escénico-musicales, escritas por figuras de la magnitud de Lachenmann, que tengan una concepción de la obra que las torne a la vez deseables y posibles. El Colón es un teatro que puede hacer este repertorio. Y es bueno que lo haga. Y no hay tantos lugares en el mundo que estén capacitados para llevar adelante proyectos de esta naturaleza. A partir de ahora podrá decirse ‘en Buenos Aires se hizo esto’”.
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