Jueves, 20 de marzo de 2014 | Hoy
CULTURA
La controversia empezó cuando circuló a través del correo electrónico de su agente literario, Guillermo Schavelzon, una declaración de Ricardo Piglia en la que informaba que no asistiría al Salón del Libro de París. En ese texto planteaba que la decisión de no asistir “responde a cuestiones literarias y no tiene nada que ver con el debate argentino actual, que convierte a la cultura en parte del enfrentamiento político (por no decir electoral) sin tener en cuenta su particularidad”. Entonces apareció en escena Bertrand Morisset, director del Salón del Libro, quien con una inusitada violencia verbal en el diario El País de España acusó a Piglia de ser un “cobarde”, un “deshonesto” que no se animaba “a criticar a los Kirchner” y que pretendía ser tratado “como una estrella de rock”. El autor de El camino de Ida respondió nuevamente por escrito: “No conozco a monsieur Morisset y desde luego él tampoco me conoce a mí, de lo contrario no me aconsejaría –con suficiencia paternalista– que puedo ir a París a criticar a ‘los Kirchner’. Me imagino que su arduo trabajo como funcionario del salón le impide saber de qué habla cuando se refiere a los escritores invitados”. “En cuanto a mis exigencias de artista de rock –no sé cómo serán los rockeros en Francia–, lo único que pedí a los que estaban a cargo del programa del salón en Buenos Aires fue que se hiciera también un homenaje a Juan José Saer y no sólo a Julio Cortázar, aparte de plantear que no deseaba participar en mesas redondas (tampoco en la Argentina participo ya en mesas redondas)”.
Finalmente, el escritor agregó: “Me parece que monsieur Morisset se ha tomado en serio la idea de que la literatura argentina se divide en K y anti K, y no sabe que la mayoría de nosotros –viajen o no a París– pensamos a nuestra literatura actual de otra manera y con otros criterios. No se me ocurriría preguntarle a Le Clézio por quién vota en las elecciones para juzgar luego sus posiciones o su obra. No me parece que las posiciones políticas hayan sido el criterio por el que se designó al grupo de escritores argentinos invitados y en mi caso decidí no viajar cuando los funcionarios franceses dijeron que no iban a permitir que yo realizara un salón B (!) por el sólo hecho de que había decidido viajar por mi cuenta. Como no entiendo esa lógica, a mediados de febrero, suspendí el viaje y comuniqué la decisión a mi editor y a los encargados argentinos del salón”.
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