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Sábado, 19 de abril de 2014

TEATRO

Textual

Nos referimos al actor como alguien que debe ser educado para jugar con ficciones, porque antes que nada deberá poder entregarse a la persecución de un rol que se le propone sin que existan motivos reales para ello. Aunque parezca mentira, deberá atreverse a jugar. Desde esa entrega para la que ha sido “des-educado” en la vida cotidiana y a partir de sus hábitos contrarios al teatro, es que habrá que entrenar al estudiante para que recobre un tipo especial de capacidad lúdica y la ponga en práctica en una situación que es la estructura dramática. Deberá aprender, paralelamente, que en ese juego del teatro no será necesario enfrentar los riesgos reales de la vida. Pese a que su quehacer será eminentemente físico y conflictivo, todo puede afrontarse sin peligros que amenacen la integridad física o los credos morales del educando. Es una horrible mentira aquella que sostiene que el actor debe aprender a ser libre y que para eso es preciso desnudarse o arriesgar su propio pudor. Tales ejercicios revelan en el fondo la impotencia de los maestros que los plantean.

*Fragmento del libro Lo que no se dice (Una teoría de la actuación). Capítulo: “El sujeto dramático”.

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