El año pasado fue nombrado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña y hace poco participó del Encuentro Nacional de la Palabra. ¿Cómo se lleva con que lo oficial venga a su encuentro?

–Ni me lo planteo, pero ahora que me lo decís, me parece que debió haber sucedido antes.

–Es que lo oficial siempre llega tarde...

–Igual es todo más chiquito. El evento en el que me nombraron Personalidad de la Cultura me gustó por la gente que lo generó y por lo felices que estaban los que me rodeaban. Para mí fue casi un evento de la gran familia, la de los amigos. Fue una situación que reconfortaba tanto a los que me quieren que me sentí bárbaro. Jamás hice nada para llegar a eso. Creo tener estrategias bastante claras sobre cómo quiero vivir mi vida. Lo del Encuentro de la Palabra también fue debido a una cuestión de relaciones con la persona que lo organizaba y no me planteé nada con respecto a lo demás. Lo que me importa no es desde dónde viene, sino qué hacés cuando estás ahí. Primero estuve dudando, pero después me di cuenta de que era un tonto si me ponía en esa postura.

–Quizá llama más la atención porque usted no es de los músicos que se suben a cualquier palco.

–No me invitan, tampoco, pero no me parece un buen contexto. El fondo de la Casa de Gobierno, más allá de qué gobierno haya, es un contexto embromado para plantear cualquier cosa que no sea un acto político. Que es de otro. Ahí, aunque se pongan contentos mis amigos, no lo haría.