Domingo, 3 de agosto de 2014 | Hoy
TEATRO
Bartis ha dirigido El box y La pesca (le falta la tercera parte de la trilogía deportiva, El fútbol), ha dicho que en el fútbol aparecen mecanismos teatrales, y su última obra versa, en parte, sobre el hambre de gloria como característica nacional.
–¿Cómo vivió el Mundial?
–Tengo una pasión enorme por el fútbol. Y tampoco me distingo del resto de los argentinos al creer que entiendo mucho de fútbol. Siempre ha sido una experiencia luminosa y me ha hecho entender más al teatro: porque el juego depende de la calidad de los jugadores. Hay una energía, una proyección, una ambición de gloria e identificación que exceden el marco del juego: cada vez que la agarraba Messi, todo argentino se sentaba un poco más al borde de la silla. De hecho, en cualquier conversación seria sobre fútbol se pueden entender visiones de la vida. Hay mucho fútbol, formas de jugar, de concebirlo. No le tengo mucha simpatía a Sabella, pero en una época tan bochinchera y autorreferencial, fue una sorpresa gratísima su bajísimo perfil. En ese sentido, chapeau. Pero el suyo es un estilo de juego temeroso. Prefiero perder 4 a 0. Tengo una idea romántica del juego. Creo que hay que ir al frente. Igual que en el teatro. Hay que ir por la gloria. Y eso implica la catástrofe, la posibilidad de estar en aguas profundas, no entender, no verla, sentir que sos un idiota, que no te sale nada, e inclusive confirmarlo: una vez estrenado, podés sentir que sos un imbécil.
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