CINE › ENRIQUE “CACHITO” FUKMAN, EX DETENIDO-DESAPARECIDO EN LA ESMA
Enrique “Cachito” Fukman (49 años), ex detenido-desaparecido de la Esma (Legajo 4687 de la Conadep), integra desde 1985 la Asociación de ex Detenidos-Desaparecidos. Declaró como testigo en el Juicio a las Juntas en 1985, atestiguó en 1997 ante el juez Baltazar Garzón y es querellante en la causa contra Ricardo Miguel Cavallo que se tramita en España. “Militaba en la JP/Montoneros –recuerda–, trabajaba en una cooperativa de electromedicina y ayudaba a mi padre en su taller de electricidad. Ese año había empezado a cursar la carrera de Ingeniería Electrónica en la UBA. Me secuestraron a plena luz del día, el 18 de noviembre de 1978, en La Plata y San Juan, y me trasladaron a la Esma, hasta que fui liberado el 18 de febrero de 1980. Mi primer contacto con Cavallo fue en marzo del ’79. Pablo, el suboficial a cargo de la guardia, me llevó a una oficina y me hizo sacar los grilletes y la capucha. En una mesa estaban Raúl Scheller, alias ‘Pingüino’, jefe de Inteligencia de la Esma, y un joven rubio, muy pulcro, ‘Marcelo’, quien iba a ser el encargado de mi caso. Este leyó una carpeta con mis datos, me agarró y me dijo: ‘Esto no puede ser, que vos no conozcas a nadie que podamos chupar’. La segunda vez, ‘Marcelo’ estaba con el capitán de navío Luis D’Imperio, alias ‘Abdala’, y me plantearon que yo tenía posibilidades de ser recuperado, una palabra que nunca entendí bien qué significaba. Me comunicaron que dejaría la Capucha y que iría al sector de encuadernación de libros y que después iban a ver cuál sería mi destino. Estuve en el Sótano trabajando, donde aprendí a encuadernar. No teníamos otra posibilidad, hacíamos ese trabajo o nos mataban. Estábamos esclavizados. Luego me trasladaron a la Pecera, un cubículo donde ellos nos veían como peces en una pecera.”
Fukman recuerda la actividad en la Pecera. “En ese lugar, a algunos compañeros los obligaban a hacer informes basados en las noticias que salían en los diarios sobre diferentes temas. El 20 de junio de 1979 empecé a trabajar en el archivo. Me encargaba de guardar los diarios y las notas periodísticas. En la Pecera realmente conviví con ‘Marcelo’, que era responsable de todo ese sector. Cavallo tenía colgado en su pared un lienzo de batik con una frase de un general francés de la guerra de Argelia: ‘Si alguien quiere vencer a un pueblo, debe estar dispuesto a meter la mano hasta en la mierda’. Ese era realmente Cavallo.” Fukman, además, tiene claro el perfil de ese siniestro personaje: “La gente de operaciones lo veía como muy refinado, sus pares lo despreciaban. Era un tipo muy solitario, al punto de aparecer a las dos de la mañana para charlar, jugar al ajedrez o comer con un compañero secuestrado. Después de que me liberaron, se apareció en la facultad y otra vez en mi casa, parecía necesitado de entablar una relación con alguien. A otro compañero de la Facultad de Ciencias Exactas, también liberado, se le acercó para que le presentase chicas. Cavallo formaba parte de la estructura de inteligencia del masserismo y estuvo muy vinculado con el Centro Piloto de París. Desde allí, la Armada hacía contrainteligencia con el objetivo de cambiar la imagen que en Europa tenían de la Argentina. En la Esma aprendió a secuestrar y la policía le enseñó a torturar. En 1978, durante el conflicto con Chile por el Canal de Beagle, en la Esma se falsificaba dinero chileno y pasaportes.”
Finalmente, el ex detenido-desaparecido da pistas sobre los negocios paralelos del represor: “También en la Argentina, Cavallo hizo un buen negocio, al obtener en 1995 la licitación para los carnets de conductores de Mendoza (la gente estaba obligada a renovarlo cada cinco años)... y era una buena base de datos para Inteligencia. En los ’90, en el Congo ganó una licitación para la emisión de billetes, un Gostanian congoleño... realizó dos emisiones –una legal y una paralela– y con ésta hizo parte de su fortuna. En 2000, Cavallo le vendió al Renave un chip que contenía los datos de una persona para que resulte difícil robar un coche. La sospecha es que se usaba esa información para vender identidad”.
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