Miércoles, 19 de noviembre de 2014 | Hoy
LITERATURA
Milo se parecía a los delincuentes que la televisión demonizaba. Bastaba con tener un aire a pibe chorro (cara de indio, ropa que lo condenaba cuando era humilde... y también cuando era de marca) para resultar sospechoso.
La gente miraba a aquellos pibes con pavor. Los consideraba una mutación de los monstruos clásicos. Lobizones con Adidas. Zombies adictos a la cumbia.
Cuando la gente se cruzaba con Milo, cambiaba de vereda. Se asustaba de sus brazos de gárgola. De su piel envejecida a destiempo, por culpa del frío y la mugre.
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