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Martes, 16 de diciembre de 2014

DISCOS › UN REPASO DETALLADO DE LAS NUEVE CANCIONES DEL DISCO

Sobre cambios, omisiones y reescrituras

Pequeñas anécdotas sobre las instituciones contaba con nueve canciones. A continuación, una guía detallada.

- “Instituciones”: Un sintetizador de cuerdas da comienzo a esta suite en la que García apela a magos, acróbatas y clowns para describir la coyuntura –por momentos con características circenses– de un país en llamas. Sutiles arreglos de piano, exquisitos juegos vocales, ajustada sección rítmica y un descomunal solo de guitarra de Rafanelli para terminar una pieza perfecta. La estrofa de cierre, que en la versión original cuestionaba a la autoridad paterna, debió ser modificada.

- “Tango en segunda”: Cantada por Nito Mestre y compuesta por Charly para reemplazar a “Juan Represión”. “A mí no me gusta tu cara y no me gusta tu olor, hay tres o cuatro mamarrachos con los que yo estoy mejor”, eran los versos que el tecladista destinaba a Jorge Alvarez por haberlo censurado. “Me estaba tirando una pálida... pero, bueno, tenía todo el derecho a hacerlo”, concede el productor. La parte instrumental es un diálogo entre el Minimoog de García y la guitarra de David Lebon, asiduo colaborador del grupo.

- “El show de los muertos”: El inconfundible ulular de una sirena policial, que en el armado original del disco venía de los últimos segundos de “Juan Represión”, inicia esta entrega inquietante. El relator es el mismísimo Juan quien, en la voz de García, pregunta desafiante: “Tengo los muertos todos aquí, ¿quién quiere que se los muestre?”. Una postal de la Argentina modelo ’74.

- “Las increíbles aventuras del Señor Tijeras”: Dedicada a Miguel Paulino Tato, por entonces director del Ente de Calificación Cinematográfica. El funcionario asumió el cargo en agosto de 1974 y en sólo nueve meses de gestión llevaba prohibidos ciento veinticinco films. Las películas que pasaban su filtro llegaban a las salas de exhibición con escenas cortadas. Esta canción, con cambios de ritmo y climáticos pasajes instrumentales, retrataba de manera poética su labor. La última estrofa sufrió modificaciones. La original decía: “Yo detesto a la gente que tiene el poder de decir lo que es bueno y lo que es malo también. Sólo el pueblo, mi amigo, es capaz de entender. Los censores de ideas temblarán de horror ante el hombre libre con su cuerpo al sol”.

- “Pequeñas delicias de la vida conyugal”: Vigorosos toques percusivos de Juan Rodríguez, al que se suman el piano eléctrico de Charly, la guitarra de Rafanelli y la voz de Mestre, inauguran esta energética composición. García alterna entre el sintetizador de cuerdas y el Minimoog mientras, junto a Nito, canta una de las letras más irónicas del álbum.

- “El tuerto y los ciegos”: De niño, García sentía una profunda fascinación por los mitos griegos. Aquí rescata la leyenda de Casandra, la sacerdotisa que tenía el don de la adivinación, aunque sus profecías eran desoídas, para alumbrar una fábula sobre la religión y el poder. Brillan la melodiosa voz de Mestre y el indómito violín de Jorge Pinchevsky.

- “Música de fondo para cualquier fiesta animada”: Charly reescribió la letra casi en forma completa. La publicación con la lírica original, que describía una orgía donde el presidente se acostaba con un juez, le hubiese traído mucho más que un dolor de cabeza. Su furia contra la corrupción judicial, sin embargo, quedó registrada sobre un fondo de sintetizadores.

- “Tema de Natalio”: Producto de una zapada entre Charly y Rino cuya inspiración fue Las seis esposas de Enrique VIII, álbum del tecladista Rick Wakeman. “A la hora de grabarla –recuerda el bajista–, García quería un sonido denso. Entonces armamos una superbanda.” Al cuarteto original se sumaron Oscar Moro en batería, Jorge Pinchevsky en violín y Carlos Cutaia en órgano Hammond. Unico tema instrumental de la placa.

- “Para quién canto yo entonces”: El cierre del disco trae de regreso al antiguo Sui. Sonoridad acústica, con el definitorio aporte de León Gieco en armónica, para esta bella canción existencialista. Los versos finales fueron reescritos. Los censurados afirmaban: “Y yo canto para usted, señor del reloj de oro. Sé que a usted nada lo hará cambiar, pero quiero que se entere que su hijo no lo quiere”.

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