Lunes, 29 de diciembre de 2014 | Hoy
MUSICA
Por Horacio Cabarcos *
Leopoldo fue el número uno en toda la historia del bandoneón argentino. El más completo. Adentro suyo se reunían Maffia, Troilo y Piazzolla. El se convirtió en un maestro sin dar clases, porque todos fuimos sus alumnos: pianistas, guitarristas, violinistas, contrabajistas, todos aprendimos escuchándolo. Recuerdo una ocasión en la que Piazzolla debía tocar junto a la Filarmónica de Buenos Aires y no podía hacerlo porque estaba en Francia. Desde allá se comunicó para avisar que el único autorizado para reemplazarlo era Leopoldo Federico. A ese nivel estaba. A veces Piazzolla lo llamaba y le decía: “Mirá, Gordo, te paso estos tangos porque el único que puede tocarlos sos vos”. Yo toqué con Leopoldo durante treinta y cinco años y, a pesar su increíble capacidad técnica, lo que me dejó excede lo musical. Nosotros salíamos de gira con él a la cabeza, pero nunca se puso en el rol del tipo que da órdenes. No éramos “sus” músicos, sino que nos hacía sentir como compañeros. La orquesta la manejábamos entre todos. Elegíamos los trabajos. Luego salíamos a comer, recorríamos las ciudades juntos. Una gran felicidad, sentarme junto al mejor de todos los tiempos y que me trate como su par. Leopoldo siempre intentó mantener la orquesta típica de doce miembros. A veces nos salían trabajos como trío, en los que podíamos sacar más dinero, pero él ponía como condición que luego tocase la orquesta entera, porque no quería dejar a ninguno de sus compañeros sin trabajo. Esa manera de entender la vida le permitió seguir tocando hasta sus ochenta y seis años y subirse a un escenario, en el anteúltimo Festival de Tango, junto a jóvenes que recién se estaban iniciando. Esa fue su gran enseñanza, poner su pasión por encima de todo.
* Contrabajista, fue integrante de la orquesta de Leopoldo Federico.
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