LITERATURA › OPINIóN
› Por Jorge Boccanera *
Un vacío y a la vez una forma de acompañar de otro modo. De “compañerear”, como escribió alguna vez, dándole a ese vínculo un lugar especial. Nunca un anecdotario. Siempre una manera viva de hacerse uno con el otro porque, lo dijo en un poema de su primer libro, Violín y otras cuestiones, la vida del verdadero poeta será “un río innumerable que se llamará pedro, juan, ana, maría, pájaro, plumón, el aire, mi camisa, violín, crepúsculo, piedra, pañuelo...”. Ese es el Juan que siento hoy a un año de su muerte. Nos conocimos en 1975. Conocí su metejón con la poesía, su inventiva, su coherencia política, su alegría, su nostalgia, su lucidez, su humor, su generosidad y esos dolores a los que lograba encontrarles sus anversos para anotar allí sus “pintadas” que frente al horror gritaban desde los paredones de la oscuridad: “En el revés del mundo crece el cosmos”.
Escribió que bajo las ruinas de lo marchito están los compañeros trabajando. Al “vacío incesante” le contrapone una fuerza que empuja y es humus, turba, manto orgánico, magma de lo que vendrá, porque, dice: “se oye el ruido de los muertos de mi país peleando contra la vejez del mundo”. En su obra, los compañeros arden, brillan, vuelan, crepitan. Y Juan, con ellos, está volando, ardiendo, luchando como siempre. No alcanzaría este espacio para decir hoy en qué cosas nos acompaña Juan, empezando por ese espíritu de lucha que lo llevó a escribir una frase tan rotunda como ésta: “te voy a matar/ derrota”. Suena a propósito de vida y desafío: el de darle sentido al tema de las pérdidas. Esa fuerza que lo llevó más que sobrevivir el “mientras tanto”, a respirar plenamente el aire del amor con Mara, a disfrutar con sus amigos, a jugar con sus nietos. Nunca abandonó la búsqueda de su familia secuestrada, que dio sus frutos en el 2000 cuando halló a su nieta Macarena Gelman, hoy diputada por el Uruguay por el Frente Amplio.
Juan sigue ahí, cerquita, con su sentido del juego que, más allá de libertad de movimiento y ribetes lúdicos, revela una entrega; un “jugarse” tanto por las convicciones sociales como por las audaces búsquedas expresivas. Está su imaginación desbocada sobre un entramado de ideas, asumiendo lenguajes de riesgo. Está su modo de interpelarlo todo con lazos de certezas y perplejidad; yendo tras sus obsesiones como el explorador que se interna en la espesura de aquello que aspira, intuye, ama, con el empecinamiento del porfiado, el emperrado, términos incrustados en los títulos de sus últimos libros. Esa perseverancia del poeta que frente a la desventura: “se sienta a la mesa y escribe”. Está su humor, deslizando con tono de sorna: “somos los tipos que más nos vemos menos”; una forma de decir que los momentos compartidos le resultaban escasos. Nos seguimos juntando en esa esquina de barrio donde se habla con guiños, silencios, jerga, muecas, sobreentendidos. A veces permanece callado largas horas, o suelta una frase tipo: “En el buche secreto de un jilguero vive lo que vendrá”, mientras ve cruzar una marea de vecinos por la vereda. En ese cruce de vida, seguimos chamuyando.
* Poeta y periodista.
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