MUSICA
Una de las condiciones salientes de la decimoquinta edición del Cosquín Rock fue el crecimiento notorio de ofertas extramusicales sobre la extensión del aeródromo, en una visión amplificada acerca del rock como maquinaria artística. Uno de esos números correspondió a la presentación de Arte, diseño y contracultura, primer libro publicado por Rocambole, histórico realizador plástico de Los Redonditos de Ricota. “En estos festivales, la mayoría de los chicos son muy jóvenes, vienen a ver a sus grupos, pero la idea de presentar otras cosas parece haber dado resultado: además de muchos ricoteros, se acercó gente interesada en el asunto de la gráfica. Esto reafirma que el rock, más allá de ser un género musical, es una cultura, y un festival tan grande como éste se está acercando a ese concepto”, le comentó el artista a Página/12.
Responsable de diseñar los logotipos del festival desde hace varios años –su debut fue aquella mano sosteniendo una vieja bomba de mecha–, Rocambole también trabaja en la gráfica de Skay Beilinson, número final del escenario principal, de la que por mal clima terminó siendo la última jornada del Cosquín Rock: “Ver a Skay siempre es un gran placer –resaltó–. Además de amigo, soy un admirador de ese aspecto conmovedor que le da a la música, que tiene raíces gitanas y centroeuropeas, y que la vuelve una especie de himno”.
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