Sáb 19.08.2006
espectaculos

ENTREVISTA CON OSCAR BARNEY FINN

Personajes en busca del autor granadino

El director Oscar Barney Finn presentará en el Teatro Cervantes una versión de Doña Rosita la soltera.

El director, régisseur y realizador Oscar Barney Finn presentará en el Teatro Cervantes una versión de Doña Rosita la soltera que, junto al elenco del Teatro Estable de Tucumán, mostró ya en aquella provincia. Este artista, premiado y con estudios de formación realizados en Francia, propone un original montaje, donde el tiempo es protagonista. “Un poco al estilo de Luigi Pirandello, con personajes que van en busca del autor”, puntualiza. El tratamiento del tiempo es fundamental en este autor, como en otro preferido de Barney: Anton Chejov. “Hoy se podría pensar el futuro en los términos en que él lo hizo, porque –en esencia– el mundo es igual”, sostiene este director, y lo ejemplifica con la secuencia final de Las tres hermanas (“Vivamos. La música toca con tanta alegría que parece que pronto sabremos para qué estamos viviendo, para qué sufrimos...”). Luego de las funciones de Doña Rosita... (una de las piezas del Programa Federal del Cervantes), que se ofrecerá hoy a las 21 y mañana a las 20.30, Barney inaugurará la Feria del Libro Teatral, en el mismo teatro. Se desarrollará entre el miércoles 23 y el 3 de septiembre, con entrada gratuita. Tras la apertura, a las 16.30, se exhibirá el film Muchacho de luna.

–¿Cuánto influye la personalidad de un autor al momento de una puesta?

–Eso tendrá que ver, supongo, con las preocupaciones de cada uno, con la propia inquietud y sensibilidad. En mi caso, la aproximación a García Lorca comienza en la escuela secundaria, en La Plata. Un profesor me encomendó que leyera La casa de Bernarda Alba. Me atrajo ese mundo de mujeres enclaustradas, tan raro frente al hombre que acecha desde afuera. Recuerdo que ese maestro me preguntó en qué ponía el autor el estado de conmoción de esa casa, y me sorprendió que dijera “en las patadas que daba el caballo contra las paredes. Ese es el estado de las mujeres”, me dijo.

–¿Pudo ver alguna puesta histórica?

–Mi encuentro más potente fue el de Doña Rosita..., protagonizada por Luisa Vehil y dirigida por Esteban Serrador. La voz de Luisa era maravillosa. Una voz que hoy no encontramos fácilmente, como la de María Rosa Gallo, María Luisa Robledo o Eva Franco. En los años ‘80 fue la versión de Thelma Biral, dirigida por Cecilio Madanes en el Liceo. No alcancé a ver la de Margarita Xirgu, pero se me hizo difícil encarar esta puesta con todo eso detrás. Esas experiencias, sin embargo, me ayudan a conocer al hombre al que un pelotón fusiló.

–¿Y tomar nueva conciencia de la brutalidad?

–Cuando uno conoce el sustento histórico, social y político, se encuentra con la barbarie. Fue un gran auxilio haber leído al irlandés Ian Gibson. Lo tuve presente cuando filmé Muchacho de luna para Canal 7. Ese programa ganó el Grand Prix de la Televisión, en Biarritz, en 1988. Me aseguraron del canal que lo iban a transmitir este mes. La lectura de lo escrito por Gibson me inspiró entonces el armado de la escenografía. Pensé en el semicírculo de una plaza de toros y en un jurado ubicado en un palco. Ese jurado representaba a los familiares y testigos. Abajo, en la arena, se encontraban los personajes de sus obras: un poeta, un niño, la luna que personificó Bárbara Mugica, ¡maravillosa! Inda Ledesma era Bernarda; María Rosa Gallo, la madre de Bodas de sangre; Luisina Brando, Mariana Pineda, y Graciela Dufau, Doña Rosita. Cuando se publicaron más investigaciones, ese mundo se amplió. Los cuestionamientos sobre el asesinato de Lorca fueron más numerosos después de la muerte de Franco.

–¿Acabó el encubrimiento?

–El mismo Franco había justificado ese asesinato, y muchos habían convivido con sus explicaciones. Después muere la hermana de García Lorca, quien tenía el material a buen resguardo e impedía que se conocieran algunas obras y poemas. Entonces se supo más sobre él. El libro de Gibson me abrió caminos, y cuando conocí El público, Los sonetos del amor oscuro y Así que pasen cinco años, avancé. Así... tiene relación con Doña Rosita... Las dos tratan sobre el paso del tiempo: uno es el cronológico que se va y el otro el que se quiere retener. Descubrí otra idea en un libro de un autor inglés sobre la crisis que atravesó Lorca a fines de los años ’20 y comienzos de los ’30. Es la época en que hace un viaje iniciático a Estados Unidos. El Romancero gitano había tenido gran éxito, pero no fue aceptado por ese cenáculo de amigos tan particulares como Salvador Dalí y Luis Buñuel. Ellos se burlaron. Además, él sufrió un desengaño afectivo.

–Lo tildaban de folklórico...

–Sí, pero ese viaje le hizo bien. Escribió el guión para cine Viaje a la luna y reflexionó sobre la imposibilidad de mostrarse tal como era.

–¿Condicionado por la sociedad?

–Es interesante analizar Doña Rosita... desde ese punto de vista. En uno de los espectáculos que Lluís Pasqual dirigió en Buenos Aires, Alfredo Alcón hacía el monólogo de Doña Rosita... sentado y muy quieto en una sillita. Era muy impactante. Del análisis de esta obra pasé al de Federico, como persona, y a la imposibilidad de expresar su sexualidad. Rosita y Federico son, para mí, prisioneros de una ciudad, Granada, prisionera a su vez de una España que no dejaba hacer. Ese fue el centro de toda esta puesta. Busqué también aproximaciones en Los sonetos del amor oscuro, que está entre lo más jugado. Creo también que Lorca fue creciendo poéticamente desde Poeta en Nueva York.

–¿Cómo fue la experiencia en Tucumán?

–Aceptaron la puesta, porque el universo lorquiano está allí. Para esta versión se había propuesto a Thelma Biral, pero no pudo ser por problemas de producción. Tenía esta idea en la cabeza. Por eso cuando me llamaron del Teatro Cervantes, no dudé. Tengo experiencia desde los años ’60 en las provincias. Me dediqué entonces a armar el equipo con los intérpretes del Teatro Estable de Tucumán. Surgió además la posibilidad de trabajar con el escenógrafo Alberto Negrín y la diseñadora de luces Leandra Rodríguez. La música es original de Leandro Valiente. Propuse como vestuario utilizar liencillo pintado, que diseñó Ana Uhrich y fue confeccionado por artesanos de Tucumán, una provincia con gusto por el teatro, con grandes escritores y buenos intérpretes.

Nota madre

Subnotas

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux