Sábado, 18 de julio de 2015 | Hoy
TEATRO
Veronese conoce muy bien el paño del teatro comercial: “Yo adhiero al teatro comercial y hasta aconsejo a cualquier director que haga la experiencia. Es un ejercicio fuerte porque hay que resolver cuestiones con límites muy precisos. El director está contratado, igual que los actores, y hay muchas cosas que no las decide, como la sala o cuándo hay que bajar la obra. En todo espectáculo masivo, para que funcione, tiene que establecerse un consenso entre los espectadores. En El método... se hablaba de la concentración del poder y en Gorda (obra de Neil Labute) de que no había que discriminar, algo que todos los espectadores sabían y ratificaban en el teatro. En cambio, el teatro independiente tiende al disenso: en Máquina Hamlet, obra de Heiner Muller que estuvo en cartel cinco temporadas, la obra era inexplicable y la platea estaba dividida. Y esto hacía que funcionara”.
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