¿Mi nombre es Jamaica generó algún tipo de roncha en la sociedad española?

–Los libros en España no generan nada porque no tienen ninguna trascendencia. La vida literaria tiene muy poco impacto sobre el debate nacional y político; ha habido una pérdida de protagonismo de lo literario y una banalización de una magnitud tan esdrújula que realmente no sé qué habría que escribir para provocar algún tipo de roncha. Es un libro que se ha editado y que ha tenido sus lectores, pero no creo que en este momento haya un gran interés en reflexionar sobre estos temas. El debate en España es muy cortoplacista.

–En España no se ha condenado a nadie y no hay nadie preso. Hay más de 2000 fosas comunes identificadas con más de 100 mil cadáveres dentro. Creo que sólo se han abierto unas 330 fosas, pero no porque los jueces las abran, no porque el gobierno o las fiscalías lo decidan, sino porque los familiares, pagando de sus bolsillos, tienen que ir a desenterrar a sus muertos, que al gobierno y a las instituciones españolas les importa un comino. Es una aberración. Todo forma parte del mismo proceso histórico. El franquismo fue la última condensación del pensamiento intolerante forjado en España desde la época de los reyes católicos y la puesta en marcha de la Inquisición, que fue la primera gran máquina totalitaria-religiosa y política de la modernidad. La España de hoy sigue pagando las facturas de su modo de construirse como nación. Mi nombre es Jamaica es un libro que en Argentina puede encontrar un lector más atento y receptivo, porque en este país sí ha habido una confrontación con el pasado reciente y porque la identidad argentina es más fluida y no está tan cristalizada oficialmente como en España.