Lunes, 26 de octubre de 2015 | Hoy
LITERATURA
Mi realidad cada vez más sucia. Confundo los días. Quiero acordarme de cosas que no sé si pasaron ayer o la semana pasada o hace años. A veces quiero acordarme de cosas que nunca pasaron. Tener que mirar todos los días un reflejo, algo que no existe, crea en mi cabeza otros reflejos. El último tiempo que me colgué lo vi demacrado, los ojos rojos, esa barba, los pelos revueltos. Y los vidrios cada vez peor. Manchas de jabón, tierra por todos lados, cagadas de palomas, marcas de agua que no secaron. Empiezo a desconfiar del reflejo. Desciendo para limpiar vidrio por vidrio pero ya no sé si limpio como antes. Todas las mañanas, encerrado en el cuarto de limpieza, me despierta el grito de un águila. No es un sueño. Pero ahora que lo pienso tampoco es el grito del águila lo que termina despertándome. Es mi propio grito.
* Fragmento de Limpiavidrios, capítulo 91, página 180.
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