Sáb 23.01.2016
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LITERATURA

Textual

Las neurociencias están en pañales. Y la física. Dice el Génesis que “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Polvo es mucho, libro estúpido, somos nada. Y la nada, menos que el vacío, que se reparte en dos: el del átomo y el del universo. Ambos carecen de materia pero los llenan miríadas de mensajes que van y vienen cabalgando en ondas electromagnéticas. Pues en esas ondas electromagnéticas del vacío están contenidos el presente, el pasado y el futuro. En cada mensaje que se activa el futuro se convierte en presente, que inmediato se desactiva y pasa a ser pasado.

Si extraemos del vacío las ondas electromagnéticas con un adminículo ad hoc (digamos un sifón magnético), nos queda la Nada. La Nada es un vacío sin nada. ¿Y la materia?, me preguntarán. No hay materia. Lo que llamamos tal es espejismo de la mente. Y el Big Bang o Popol Vuh, cosmogonía fantasiosa de guatemaltecos. En cambio las ondas electromagnéticas sí son reales. Yo las agarro muy fácil: con la mano, cerrándola como cuando agarro un chorro de agua. ¿Y Dios? Que me lo muestren que ardo en ansias teresianas de verla la cara a ese Viejo. El vacío es mucho; la nada, nada; y Dios, muchos menos que nada. Dios no llega a Nada. No es Nada. Hay que quitarle la mayúscula a ese engendro de clérigos y estafadores y ponérsela a la Nada, nuestra Señora de la Nada. Sobre los sólidos cimientos de la Unión Hipostática entre el Vacío y la Nada podremos construir entonces la moral única y verdadera que tanta falta le hace al mundo.

* Fragmento de ¡Llegaron! (Alfaguara), páginas 125 y 126.

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