La mamá de una chica del barrio Tiro Suizo, en el sur de Rosario, donde vive Angélica Gorodischer, le cuenta a la escritora que su hija de 11 años escribe cuentos. “‘¿Te parece que la mande a un taller?’, me preguntó. ¡Noooo, por Dios, no! Le expliqué por qué no tiene que mandar a una nena a un taller. Yo le dije que lo mejor es que lea. ‘¿Más, todavía? Se pasa el día leyendo’, me dijo la madre y me trajo un par de cuentos. Yo creo que ahí hay una escritora, se nota que lee. Es estimulante que una cría de once años lea tanto y quiera escribir”, cuenta Gorodischer.

–¿Por qué rechaza el taller de escritura?

–Yo no creo que se pueda enseñar a ser escritor. El taller te va encasillando, a menos que sea un taller de lecturas. Yo tengo una cosa que se llama Grupos de reflexión sobre la escritura, que no es un taller. Acepto solamente a quien tenga un proyecto marchando. Tengo dos grupitos que siempre tienen que traer algo escrito y entonces todo el grupo le cae encima. Es muy útil, suele ser bastante estimulante. Pero taller de escritura no. Hay mucha gente que salió de talleres y que son realmente malos... estoy hablando de Rosario.

–¿Les cuestiona a los talleres que saquen escritores como “al molde”, como si se hicieran pizzas?

–Claro... ¡no puede ser! Hay que dejar que ese futuro escritor se hunda un poco en el caos, que vea qué hace con ese caos. No sé si se puede explicar ni enseñar a escribir.