Más allá de lo que todos hemos escuchado, leído, investigado y visto sobre George Martin, sobre todo está el buen gusto, la inteligencia y la capacidad de ser el que llevaba adelante el proyecto. El entendía que el estudio era una herramienta más y tenía que sacar lo mejor de ellos; ya sea de manera activa, generando arreglos, participando en la estructura de las canciones, acomodando los vagones de esos trencitos que son las grandes canciones de The Beatles, hasta la etapa que quizás es tan importante como la de “hacer”, que es la de “dejar hacer”. Martin tenía delante cuatro monstruos inspiradísimos no sólo en la composición sino también en la producción, con mucho vuelo, con claridad, y permitió que desarrollaran libremente sus ideas en el estudio. El caso más claro está en la etapa donde empiezan a experimentar y a anticipar lo que viene después, la época de Rubber Soul y Revolver, que son como un disco doble: cuando Revolver cierra con “Tomorrow never knows”, es como una puerta abierta de par en par a lo que venga. Y eso se lo debemos al criterio y al concepto de Martin, de entender que estaban más allá de todo lo que se había hecho hasta ese momento en cuanto a música pop rock, y que él potenció. Todos hemos flasheado con los arreglos de “Eleanor Rigby”, con una versión como “Yesterday”, con los pianos, los arreglos, lo que hizo para Yellow submarine... Y la evolución se ve incluso en las fotos: al principio está Martin en el control del Estudio 2 de Abbey Road solo con el ingeniero, y en las últimas sesiones están todos sobre la consola y George atrás mirando, permitiendo que todo sucediera. Si hay algo que no se puede discutir de The Beatles es la calidad de las grabaciones, de la producción, del concepto, de la evolución, de “Love me do” a Sgt. Pepper. George fue clave, una inspiración constante. El tipo que a los músicos nos hace torcer la cabeza, nos pone sensibles, nos emociona. Y se fue y no lo vivo con tristeza porque así es la vida, y ante todo hay que celebrar su obra.

* Músico y productor.