La reciente muerte de Nini Flores merece palabras especiales para Raúl Barboza, cargadas tanto de afecto personal como de admiración artística. “Hemos perdido a un gran acordeonista”, dice su colega y amigo. “Yo lo conocí joven, lo admiré desde entonces y lo divulgué mucho en Europa, junto con su hermano Rudi. Fue uno de los artistas jóvenes que dejó una marca, y que ahora deja un hueco. Aunque queda su música, y quedan todos los jóvenes músicos que siguen su manera de tocar, y que como él en su momento, siguen buscando un espacio para mostrarse”, dice.

Recuerda Barboza: “Yo tenía que grabar dos discos y Patrick Tandin, mi manager y productor, me ofreció grabar un disco de chamamé en Francia. El primero, porque yo ya había grabado uno pero para Alemania. Pero claro, no había músicos chamameceros en Francia. Sumé a Minino Garay, percusionista argentino que estaba allá, y me faltaba una guitarra que pudiera tomar nuestros ritmos. Lo pedí a Patrick y pude llamar a Rudi Flores, que vino con el hermano Nini. Grabamos el disco, compartimos nuestro pequeño departamento con mi señora, luego grabamos un segundo disco. Yo llevaba siempre discos de Nini con Rudi y de Ildo Patriarca. Y cada vez que me iba a las radios, hacía copias de casetes y las dejaba. Se quedaban maravillados de la técnica de uno y otro acordeonista, cada uno en su estilo. Cuando toqué en el Bataclan, pedí que fuesen invitados Rudi y Nini y Minino Garay con su grupo: eran argentinos que necesitaban mostrarse y yo en ese momento tenía la vitrina, pedí permiso y pude ofrecérselas. Luego ellos se quedaron, grabaron sus discos allá. Cuando vi que se quedaban, fue una enorme alegría. Del mismo modo que es enorme la tristeza que hoy siento, como sentí cuando se fue, tan joven, otro talentoso, Horacito Castillo. Yo soy medio guaraní, medio indio, y yo miro la muerte, o la no vida, de otra manera. Pero igual me duele mucho”.