Cristian Palomo y Melisa Sacchi se conocieron en una milonga hace cuatro años. Congeniaron al instante, con esa conexión que todos los tangueros buscan ardorosamente. Y no dejaron de bailar. Anteanoche se consagraron campeones mundiales de tango en la categoría “Pista” (es decir, “Salón”, que busca evaluar el modo de las milongas). Además, llegaron a las semifinales en la categoría “Escenario”. No es su primera performance exitosa: en mayo de 2015 ganaron la categoría “Milongueros del mundo” en el Campeonato Metropolitano y llegaron a las finales de los dos rubros del Mundial. El secreto, asegura la dupla del conurbano –ella es de Banfield, él de Villa Ballester–, es el sacrificio para las tablas y trajinar las pistas para el salón.

“A partir del año pasado, con el Metropolitano y el Mundial, llegaron un montón de cosas: trabajos, viajes, cosas lindas, y este año con el campeonato ya es toda otra historia”, cuenta él. Ella asegura que todavía le dura la emoción. “Anoche (por el martes) te diría que estaba hasta asustada, porque uno quiere esto y ya estar en la final es un objetivo porque es una gran vidriera, pero cuando te llega se te cruzan un montón de cosas por la cabeza y a la vez ninguna, es una sensación de confusión, de estar abrumada, pero también de enorme felicidad”.

“El camino es tan largo que no te podría hacer un resumen”, reflexiona Palomo ante la consulta de Página/12. La voz le tiembla un poco cuando recuerda ensayos, los días deambulando la calle de clase en clase, el trabajo diario y la familia lejos. “Fue estar todos los días para esto, para bailar, ser fieles a nosotros”, dice.

El “ser fieles a nosotros” que declara Palomo podría ser una frase de circunstancia más, pero lo cierto es que el ambiente del tango siempre debate en torno a su competencia mundialista, los criterios de los jueces y la preparación de muchas parejas de bailarines que salen a “bailar como”. En ese panorama, el desempeño de la pareja es refrescante. Quien los haya visto, sabe que no se parecen a nadie. Palomo, incluso, es bastante más corpulento que sus colegas, aunque eso no le impide fluir en la pista como el más liviano de los bailarines. Sacchi asegura que sólo ensayan para el escenario. Para la Pista consagratoria, su única preparación es la milonga. “Encerrarse en cuatro paredes a calcular fríamente qué le puede gustar a alguien o no, no es lo nuestro”, plantea la bailarina y su pareja acuerda: “no somos bailarines demasiado técnicos, pero tenemos algo muy particular, somos muy pasionales y eso emociona”. Ella zanja la cuestión: “nosotros bailamos como somos y como nos sale, pero el tango de pista no se ensaya, ¡es como ensayar para ir a la milonga! Para eso voy y bailo”.