Sábado, 21 de octubre de 2006 | Hoy
TEATRO
“El ejercicio artístico enseña a disfrutar del viaje: la vida es un viaje, más allá de preocupaciones que uno tiene en materia de ideología”, reflexiona Andrés Mangone, que se apartó de los estudios de Sociología para dedicarse al teatro. Antes de ingresar en el taller de Pompeyo Audivert había realizado estudios apoyado por una tía actriz, María Mangone, que dejó la profesión. “El actor puede encontrarse a veces en una situación abismal. No tiene nada concreto, y debe responder por los que tiene al lado. En mi caso, una hija y un hijo por venir. Y me hago cargo con gusto –aclara–. Uno es el resultado de intensidades, porque no es cuestión de pegar cosas para convertirse en yo artista. Los resultados singulares no parten de la nada o de un misterio, sino de elementos cercanos.” Confiesa que lo influyen más la poesía y la pintura que el teatro, aun cuando doce años en El Cuervo –dice– lo enriquecieron. Actuó en Unidad Básica y Derrumbes y realizó codirecciones: Antígona Vélez, Puente roto y numerosas asistencias.
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