Entre 1865 y 1870, Paraguay se vio envuelto en una guerra contra Argentina, Brasil y Uruguay, después de la cual el país quedó destruido y desolado. De las 200.000 personas que quedaron, la mayoría eran mujeres, niños y ancianos, el resto –más de la mitad de la población– pereció en la guerra. El país tuvo que renacer de la nada, pero las nuevas autoridades, impuestas o amparadas por las fuerzas victoriosas, no buscaron más que saciar sus intereses. El territorio fue vendido a grandes empresas latifundistas de capitales extranjeros (ingleses, argentinos y brasileños), iniciándose así el permanente peregrinar del campesino sin tierra.

Este campesinado fue movilizado una vez más para la guerra contra Bolivia, entre 1932 y 1935, por la disputa del territorio del Chaco, hasta ese momento habitado sólo por pueblos indígenas. Paraguay salió victorioso esta vez, pero los campesinos que habían luchado por la tierra paraguaya tuvieron que regresar a sus hogares sin más pena ni gloria que seguir trabajando en tierras de otros dueños. A partir de 1936, y alentadas por los sucesos europeos, las fuerzas armadas comienzan a hacerse con el poder y desde 1954 hasta 1989 Paraguay experimenta la dictadura más larga de Sudamérica. El gobierno del general Stroessner sustentó su poder sobre la violación sistemática de los derechos humanos y el prebendarismo: civiles y militares se beneficiaban económicamente del dictador mientras que el resto de la sociedad sufría represión y pobreza. En 1989, un nuevo golpe de Estado derroca a Stroessner y se inicia un proceso que quiso ser democrático, pero que hasta hoy día no logra afianzarse. Generaciones formadas bajo la dictadura no terminan de desprenderse de los viejos hábitos, mientras los últimos censos muestran que más de la mitad de la población vive bajo el umbral de la pobreza.

* Historiador argentino, egresado de la Universidad de Oxford, profesor en la Universidad Católica de Asunción, Paraguay.