LITERATURA
Literatura, política
“La crisis sigue, no hemos salido –dice Castillo–. En este momento hay un pequeño idilio capitalista en el que países como el nuestro tienen cierta salida; nos permiten pagar de otra manera la deuda y se consiguió, sí, dar más puestos de trabajo, aunque la desocupación sigue siendo muy grande. Da la impresión de que la economía y los números en los papeles han mejorado, pero el estado real de la gente que está bajo el nivel de pobreza es gravísimo, y en muchos casos es peor, porque se fue agravando. Hay toda una generación de jóvenes que está totalmente al margen y se nota: siguen existiendo los cartoneros y hay chicos que se mueren de hambre. Literalmente, no es una frase. Yo diría que desde el Gobierno ha cambiado el discurso, pero no veo que haya cambiado la realidad política. No es pesimismo: es mirar la situación como viene desde mucho antes del estallido de 2001, que dejó a la vista lo que estaba tapado. Este contexto crea en el escritor, y lo digo sin dramatizar, una relación ambigua con el propio oficio: de pronto me pregunto si es legítimo dedicarse al pensamiento, a la literatura, en un momento en el que la crisis no está ya más detrás de la puerta de casa, sino que irrumpió en el propio mundo. Las calles hoy están violentísimas y eso es un producto evidente de la miseria.”